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Senado: la candidatura del juez Lijo a la Corte se abre paso entre negociaciones y la sombra del “número maldito”

El juez federal Ariel Lijo se encamina a paso firme rumbo a la Corte Suprema de Justicia. A su lado, marcha Manuel García-Mansilla, el jurista que, según los estrategas de la Casa Rosada, es la verdadera razón por la que la administración de Javier Milei le exige al Senado que tiene que votar “los dos o ninguno”. Claro, no será gratis. Habrá, más temprano que tarde, cargos judiciales para todos.

El número de adhesiones con los que llegará Lijo al máximo tribunal, ya no importa. “Los votos están”, clama Santiago Caputo desde su mesa de arena en las alturas del poder. En el Senado certifican las palabras del asesor. “Esto está cerrado, ya es un hecho”, confirma una fuente legislativa que suele estar bien informada y que mantiene lazos con casi todos los bloques políticos de la Cámara alta.

Difícil hacer un sondeo cuando la simple pregunta acerca de si van a votar o no la nominación del juez federal espanta a la mayoría de los senadores. Algunos hacen unas contorsiones verbales para responder cómo van a votar que son dignas de un campeonato de retórica y de un premio de literatura.

Hoy es más fácil hacer las cuentas al revés. El número maldito es 25. Si el rechazo a alguno de los dos postulantes llega a ese nivel las puertas de la Corte se le cerrarán definitivamente. Fue la lección que aprendió en 2012 Cristina Kirchner con su candidato a procurador general Daniel Reposo. Ahora, de los 72 miembros del Senado apenas poco más de una docena estaría rechazando el pliego de Lijo.

El kirchnerismo, con su jefa a la cabeza, guarda un ominoso silencio. Pero saben que van a tener que embarrarse en esta operación. Los 33 legisladores que conduce José Mayans (Formosa) hacen que sea imposible que haya dos tercios en el Senado sin su aporte.

En el radicalismo también impera el silencio, Desde la jefatura del partido, encarnada por Martín Lousteau (Capital), hasta el jefe de la bancada, Eduardo Vischi (Corrientes), eludieron pronunciarse, aún después de la audiencia pública en la que expuso Lijo. Carolina Losada (Santa Fe) y Pablo Blanco (Tierra del Fuego) son los únicos que dijeron cómo iban a votar y lo harán en contra. “Van a dejar los dedos marcados”, se quejaba de manera amarga un funcionario del Senado de origen radical cuando se enteró que la conducción del bloque había desplazado de la Comisión de Acuerdos al fueguino para facilitar que el pliego del juez federal consiga las firmas necesarias para tener dictamen favorable.

El miércoles, Mayans advirtió que Unión por la Patria no pensaba firmar el dictamen de Lijo hasta que alguien del Gobierno se sentara a negociar de manera formal el apoyo de su bloque a los candidatos. Sin embargo, en el momento que parecía que el jefe de la principal bancada de oposición estaba pegando un golpe en la mesa, el kirchnerismo, en realidad, ya habría comprometido el apoyo suficiente, no más de tres o cuatro firmas, para que los pliegos consigan dictamen de comisión y puedan llegar al recinto.

Luces y sombras de lo que parece, a fin de cuentas, una puesta escena. “‘Aguante la ficción”, como dijo María del Carmen Valenzuela”, bromeó un senador de la bancada de Unión por la Patria que no tiene pruritos en decir, en privado, que votará a Lijo. Tal como reveló LA NACION hace casi dos meses, en el reparto entrarán nuevos cargos de una Corte Suprema que será ampliada, tal como lo confirmó la vicepresidenta Victoria Villarruel el último martes en el Colegio de Abogados porteño. El combo incluye al procurador general, el Defensor del Pueblo y juzgados federales vacantes en todo el país.

Sin embargo, la orden que llega de la Casa Rosada es “los dos o ninguno”. Es el mensaje con el que Santiago Caputo machaca cada vez que puede y que se preocupa porque llegue a los oídos que tiene que llegar en el Senado. Según el todopoderoso asesor presidencial, el Gobierno paga el costo de Lijo porque quiere a García-Mansilla en la Corte. Las razones de tanto interés en convertir en juez del máximo tribunal al decano de la facultad de Derecho de la Universidad Austral, cuál sería la agenda que llevaría al tribunal, son un misterio. Por ahí muestra alguna de las cartas en la audiencia pública de la Comisión de Acuerdos a la que se presentará el próximo miércoles.

Sin embargo, algunas de las ideas que salen de la mesa de arena caputista podrían transmutar. Se sabe que entre una jugada maestra y en un salvavidas de plomo hay apenas un paso. Así, el todo o nada al que apuesta el asesor podría terminar por hundir todo, ya que García-Mansilla es mucho más resistido y, por lo tanto, tiene menos votos que Lijo en el Senado.

Ese es el dilema que enfrenta hoy Ezequiel Atauche (Jujuy), jefe de la bancada libertaria en la Cámara alta. Cómo hacer para cumplir con el mandato de “los dos o ninguno” que emana de lo más alto del poder. Lo más lógico sería que, a la hora de la verdad, cuando los pliegos se discutan en el recinto, se ponga a votación primero la nominación del catedrático y, una vez aprobada, entonces pasar a votar el pliego de Lijo. Es lo que indica el sentido común, pero la dinámica política, a veces, se vuelve impredecible. ¿Qué pasaría si es rechazado el pliego de García-Mansilla? ¿Van a suspender la sesión?

“No creo que los vayamos a mexicanear”, responde un senador kirchnerista a la consulta de LA NACION, antes de largar una sonora carcajada. Cuando se calma de su arresto de risa, vuelve a la carga. “No, que se queden tranquilos, no les vamos a fallar”, agrega.

Si, como sostiene el oficialismo, los acuerdos subterráneos están cerrados y van a ser cumplidos, como promete el kirchnerismo, la semana próxima comenzarán a moverse los dictámenes de ambos candidatos. Las firmas mostrarán un mosaico multipartidario en el que convivirán kirchneristas, radicales, el Pro y peronistas provinciales. La casta en pleno, diría Milei, si no fuera porque son sus candidatos a los que estarán apoyando.

El juez federal Ariel Lijo se encamina a paso firme rumbo a la Corte Suprema de Justicia. A su lado, marcha Manuel García-Mansilla, el jurista que, según los estrategas de la Casa Rosada, es la verdadera razón por la que la administración de Javier Milei le exige al Senado que tiene que votar “los dos o ninguno”. Claro, no será gratis. Habrá, más temprano que tarde, cargos judiciales para todos.

El número de adhesiones con los que llegará Lijo al máximo tribunal, ya no importa. “Los votos están”, clama Santiago Caputo desde su mesa de arena en las alturas del poder. En el Senado certifican las palabras del asesor. “Esto está cerrado, ya es un hecho”, confirma una fuente legislativa que suele estar bien informada y que mantiene lazos con casi todos los bloques políticos de la Cámara alta.

Difícil hacer un sondeo cuando la simple pregunta acerca de si van a votar o no la nominación del juez federal espanta a la mayoría de los senadores. Algunos hacen unas contorsiones verbales para responder cómo van a votar que son dignas de un campeonato de retórica y de un premio de literatura.

Hoy es más fácil hacer las cuentas al revés. El número maldito es 25. Si el rechazo a alguno de los dos postulantes llega a ese nivel las puertas de la Corte se le cerrarán definitivamente. Fue la lección que aprendió en 2012 Cristina Kirchner con su candidato a procurador general Daniel Reposo. Ahora, de los 72 miembros del Senado apenas poco más de una docena estaría rechazando el pliego de Lijo.

El kirchnerismo, con su jefa a la cabeza, guarda un ominoso silencio. Pero saben que van a tener que embarrarse en esta operación. Los 33 legisladores que conduce José Mayans (Formosa) hacen que sea imposible que haya dos tercios en el Senado sin su aporte.

En el radicalismo también impera el silencio, Desde la jefatura del partido, encarnada por Martín Lousteau (Capital), hasta el jefe de la bancada, Eduardo Vischi (Corrientes), eludieron pronunciarse, aún después de la audiencia pública en la que expuso Lijo. Carolina Losada (Santa Fe) y Pablo Blanco (Tierra del Fuego) son los únicos que dijeron cómo iban a votar y lo harán en contra. “Van a dejar los dedos marcados”, se quejaba de manera amarga un funcionario del Senado de origen radical cuando se enteró que la conducción del bloque había desplazado de la Comisión de Acuerdos al fueguino para facilitar que el pliego del juez federal consiga las firmas necesarias para tener dictamen favorable.

El miércoles, Mayans advirtió que Unión por la Patria no pensaba firmar el dictamen de Lijo hasta que alguien del Gobierno se sentara a negociar de manera formal el apoyo de su bloque a los candidatos. Sin embargo, en el momento que parecía que el jefe de la principal bancada de oposición estaba pegando un golpe en la mesa, el kirchnerismo, en realidad, ya habría comprometido el apoyo suficiente, no más de tres o cuatro firmas, para que los pliegos consigan dictamen de comisión y puedan llegar al recinto.

Luces y sombras de lo que parece, a fin de cuentas, una puesta escena. “‘Aguante la ficción”, como dijo María del Carmen Valenzuela”, bromeó un senador de la bancada de Unión por la Patria que no tiene pruritos en decir, en privado, que votará a Lijo. Tal como reveló LA NACION hace casi dos meses, en el reparto entrarán nuevos cargos de una Corte Suprema que será ampliada, tal como lo confirmó la vicepresidenta Victoria Villarruel el último martes en el Colegio de Abogados porteño. El combo incluye al procurador general, el Defensor del Pueblo y juzgados federales vacantes en todo el país.

Sin embargo, la orden que llega de la Casa Rosada es “los dos o ninguno”. Es el mensaje con el que Santiago Caputo machaca cada vez que puede y que se preocupa porque llegue a los oídos que tiene que llegar en el Senado. Según el todopoderoso asesor presidencial, el Gobierno paga el costo de Lijo porque quiere a García-Mansilla en la Corte. Las razones de tanto interés en convertir en juez del máximo tribunal al decano de la facultad de Derecho de la Universidad Austral, cuál sería la agenda que llevaría al tribunal, son un misterio. Por ahí muestra alguna de las cartas en la audiencia pública de la Comisión de Acuerdos a la que se presentará el próximo miércoles.

Sin embargo, algunas de las ideas que salen de la mesa de arena caputista podrían transmutar. Se sabe que entre una jugada maestra y en un salvavidas de plomo hay apenas un paso. Así, el todo o nada al que apuesta el asesor podría terminar por hundir todo, ya que García-Mansilla es mucho más resistido y, por lo tanto, tiene menos votos que Lijo en el Senado.

Ese es el dilema que enfrenta hoy Ezequiel Atauche (Jujuy), jefe de la bancada libertaria en la Cámara alta. Cómo hacer para cumplir con el mandato de “los dos o ninguno” que emana de lo más alto del poder. Lo más lógico sería que, a la hora de la verdad, cuando los pliegos se discutan en el recinto, se ponga a votación primero la nominación del catedrático y, una vez aprobada, entonces pasar a votar el pliego de Lijo. Es lo que indica el sentido común, pero la dinámica política, a veces, se vuelve impredecible. ¿Qué pasaría si es rechazado el pliego de García-Mansilla? ¿Van a suspender la sesión?

“No creo que los vayamos a mexicanear”, responde un senador kirchnerista a la consulta de LA NACION, antes de largar una sonora carcajada. Cuando se calma de su arresto de risa, vuelve a la carga. “No, que se queden tranquilos, no les vamos a fallar”, agrega.

Si, como sostiene el oficialismo, los acuerdos subterráneos están cerrados y van a ser cumplidos, como promete el kirchnerismo, la semana próxima comenzarán a moverse los dictámenes de ambos candidatos. Las firmas mostrarán un mosaico multipartidario en el que convivirán kirchneristas, radicales, el Pro y peronistas provinciales. La casta en pleno, diría Milei, si no fuera porque son sus candidatos a los que estarán apoyando.

 El dictamen comenzará a firmarse la semana próxima, tras la audiencia de García-Mansilla; la ampliación del máximo tribunal está sobre la mesa; Caputo insiste: “los dos o ninguno”  LA NACION

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