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El desafío de alfabetizar

La lectura es lo más básico para un ciudadano en la sociedad, según afirmó la lingüista y profesora Florencia Salvarezza en una reciente entrevista. “El sistema educativo no puede culpar o ampararse en la pobreza para explicar sus falencias”, denuncia cuando habla de un seudoprogresismo que condujo a priorizar metodologías comprobadamente caducas luego de 20 años de investigaciones sobre el valor de enseñar las letras y sus sonidos. Al terminar primer grado, los chicos deben poder leer un mínimo de 40 palabras por minuto, escribir sin omisiones ni sustituciones de letras y comprender un texto que ellos lean, afirma. Hoy el 46% de los alumnos de tercer grado no alcanza los niveles mínimos de lectura.

Ana María Borzano, otra respetada especialista, es igualmente taxativa: “Hace 30 años que se dejó de enseñar a leer y a escribir”, sentencia para poner también el foco en el cambio de metodologías. El llamado método global psicogenético que utilizamos en la Argentina ha quedado prácticamente descartado en el mundo. En un sistema alfabético como el nuestro, distinto de uno de ideogramas como el chino, las letras representan sonidos y con el método fónico se enseñan esas correspondencias, en oposición al método global que espera que el chico aprenda las palabras de memoria. Está ampliamente demostrado que este último retrasa aprendizajes. No hay ya debates sobre estas cuestiones, las investigaciones son taxativas. En el mundo se trabaja desarrollando conciencia fonológica, impulsando el juego con sonidos desde el jardín de infantes. También se ha demostrado que los chicos que aprenden con letra cursiva, en lugar de imprenta, escriben mejores textos, lo hacen más rápidamente y con mejor ortografía.

Ambas expertas cuestionan el planteo ideológico detrás de la teoría imperante que dice que enseñar a los niños es impedir que ellos descubran por sí mismos.

Cuando uno les enseña a los docentes con férrea vocación, brindándoles elementos y materiales, desafectando las interferencias de tantos líderes sindicales que solo piensan en su beneficio personal, el compromiso se manifiesta. De la mano de ellos va a venir el cambio. Por eso urge capacitarlos en esta metodología totalmente diferente a la que usan. Que la alfabetización transite los caminos que marca la evidencia científica tiene mucho de decisión política.

Recientemente, el presidente Javier Milei lanzó desde San Juan un plan nacional de alfabetización. Propone aunar esfuerzos entre los gobiernos nacional y provinciales y la sociedad, y entregar más recursos, con incentivos para que los mejores docentes vayan a enseñar a las escuelas con peores indicadores. El Presidente recordó que nuestro país fue uno de los primeros del mundo en eliminar el analfabetismo y enalteció la figura de Domingo Faustino Sarmiento. Milei puso el acento en que evaluar no es estigmatizar: “Evaluar es la mejor herramienta”, dijo. La formación docente es el primer paso para evaluar más y más temprano a los alumnos; no ya a partir de sexto grado cuando ya es muy tarde, sino a partir de tercero.

“No vamos a ser complacientes con el analfabetismo porque eso es lo que nos trajo hasta acá”, afirmó Milei y repitió aquella lúcida comparación de su discurso de asunción respecto de que el analfabetismo es a la educación lo que la inflación es a la economía.

Los objetivos del plan contemplan: “Garantizar el desarrollo de los niveles de lectura y escritura apropiados para los estudiantes de tercer grado; garantizar oportunidades equitativas de alfabetización como motor para la aceleración de aprendizajes en los estudiantes de cuarto grado en adelante y desarrollar dispositivos de seguimiento y evaluación que permitan el mejoramiento de la calidad y equidad de la educación”. Un desafío mayúsculo.

También el Pacto de Mayo, firmado el pasado 9 de julio, incorporó felizmente un punto sobre la educación y la alfabetización, una materia que había estado peligrosamente ausente en los borradores anteriores del acuerdo.

La baja de nacimientos que experimentamos conducirá al ingreso de menos estudiantes al sistema educativo en los próximos años. Si se aplican las políticas adecuadas será esta una oportunidad para fortalecer los aprendizajes. Aspiramos a mucho más que una alfabetización precaria que solo permita leer y escribir. Apostamos al desarrollo de una dinámica intelectual más compleja; que el paso por las aulas asegure la formación de un pensamiento crítico, independiente y libre, impulsor de la construcción del país que soñamos. No hay futuro sin educación.

La lectura es lo más básico para un ciudadano en la sociedad, según afirmó la lingüista y profesora Florencia Salvarezza en una reciente entrevista. “El sistema educativo no puede culpar o ampararse en la pobreza para explicar sus falencias”, denuncia cuando habla de un seudoprogresismo que condujo a priorizar metodologías comprobadamente caducas luego de 20 años de investigaciones sobre el valor de enseñar las letras y sus sonidos. Al terminar primer grado, los chicos deben poder leer un mínimo de 40 palabras por minuto, escribir sin omisiones ni sustituciones de letras y comprender un texto que ellos lean, afirma. Hoy el 46% de los alumnos de tercer grado no alcanza los niveles mínimos de lectura.

Ana María Borzano, otra respetada especialista, es igualmente taxativa: “Hace 30 años que se dejó de enseñar a leer y a escribir”, sentencia para poner también el foco en el cambio de metodologías. El llamado método global psicogenético que utilizamos en la Argentina ha quedado prácticamente descartado en el mundo. En un sistema alfabético como el nuestro, distinto de uno de ideogramas como el chino, las letras representan sonidos y con el método fónico se enseñan esas correspondencias, en oposición al método global que espera que el chico aprenda las palabras de memoria. Está ampliamente demostrado que este último retrasa aprendizajes. No hay ya debates sobre estas cuestiones, las investigaciones son taxativas. En el mundo se trabaja desarrollando conciencia fonológica, impulsando el juego con sonidos desde el jardín de infantes. También se ha demostrado que los chicos que aprenden con letra cursiva, en lugar de imprenta, escriben mejores textos, lo hacen más rápidamente y con mejor ortografía.

Ambas expertas cuestionan el planteo ideológico detrás de la teoría imperante que dice que enseñar a los niños es impedir que ellos descubran por sí mismos.

Cuando uno les enseña a los docentes con férrea vocación, brindándoles elementos y materiales, desafectando las interferencias de tantos líderes sindicales que solo piensan en su beneficio personal, el compromiso se manifiesta. De la mano de ellos va a venir el cambio. Por eso urge capacitarlos en esta metodología totalmente diferente a la que usan. Que la alfabetización transite los caminos que marca la evidencia científica tiene mucho de decisión política.

Recientemente, el presidente Javier Milei lanzó desde San Juan un plan nacional de alfabetización. Propone aunar esfuerzos entre los gobiernos nacional y provinciales y la sociedad, y entregar más recursos, con incentivos para que los mejores docentes vayan a enseñar a las escuelas con peores indicadores. El Presidente recordó que nuestro país fue uno de los primeros del mundo en eliminar el analfabetismo y enalteció la figura de Domingo Faustino Sarmiento. Milei puso el acento en que evaluar no es estigmatizar: “Evaluar es la mejor herramienta”, dijo. La formación docente es el primer paso para evaluar más y más temprano a los alumnos; no ya a partir de sexto grado cuando ya es muy tarde, sino a partir de tercero.

“No vamos a ser complacientes con el analfabetismo porque eso es lo que nos trajo hasta acá”, afirmó Milei y repitió aquella lúcida comparación de su discurso de asunción respecto de que el analfabetismo es a la educación lo que la inflación es a la economía.

Los objetivos del plan contemplan: “Garantizar el desarrollo de los niveles de lectura y escritura apropiados para los estudiantes de tercer grado; garantizar oportunidades equitativas de alfabetización como motor para la aceleración de aprendizajes en los estudiantes de cuarto grado en adelante y desarrollar dispositivos de seguimiento y evaluación que permitan el mejoramiento de la calidad y equidad de la educación”. Un desafío mayúsculo.

También el Pacto de Mayo, firmado el pasado 9 de julio, incorporó felizmente un punto sobre la educación y la alfabetización, una materia que había estado peligrosamente ausente en los borradores anteriores del acuerdo.

La baja de nacimientos que experimentamos conducirá al ingreso de menos estudiantes al sistema educativo en los próximos años. Si se aplican las políticas adecuadas será esta una oportunidad para fortalecer los aprendizajes. Aspiramos a mucho más que una alfabetización precaria que solo permita leer y escribir. Apostamos al desarrollo de una dinámica intelectual más compleja; que el paso por las aulas asegure la formación de un pensamiento crítico, independiente y libre, impulsor de la construcción del país que soñamos. No hay futuro sin educación.

 El paso por las aulas no solo debe garantizar que los alumnos aprendan a leer y escribir, sino también asegurar la formación de un pensamiento crítico  LA NACION

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