El amor tiene cara de mujer: el terror de una debutante, la varita mágica de la popularidad y las perlitas de una novela que hizo historia
El amor tiene cara de mujer fue una telenovela icónica en nuestro país. La televisión todavía estaba en pañales cuando a la autora Nené Cascallar se le ocurrió contar la historia de cuatro mujeres que trabajaban en un centro de belleza. Fue un éxito tan grande que el país se paraba para verla, y las televidentes no solamente eran mujeres. La primera emisión fue en 1964 y la última en 1970, siempre en Canal 13 y de lunes a viernes a las 18.30. Tuvo 800 capítulos de media hora y cada semana la historia se centraba en la vida de una de las protagonistas: Delfy de Ortega, Bárbara Mujica, Iris Láinez y Angélica López Gamio, y un elenco de lujo con Claudia Lapacó, Norma Aleandro, Evangelina Salazar, Soledad Silveyra, Federico Luppi, Rodolfo Bebán, Sergio Renán, Ricardo Bauleo, Ana María Picchio, Jorge Barreiro, Rodolfo Ranni, Eduardo Rudy, Coni Vera, José María Vilches y Mónica MIhanovich, entre otros. La producción era de Jacinto Pérez Heredia y dirección de Edgardo Borda y Osías Wilenski.
La trama se centraba en la vida de cuatro mujeres de diferentes edades, estado civil y extracto social que convivían en un mismo lugar de trabajo: desde la aristocrática y moderna Vanessa Lertó, dueña del centro de estética, hasta la humilde peluquera Matilde. La gran novedad es que introdujo una innovación conceptual en el género al abandonar la idea de una única pareja protagónica para reemplazarla por cuatro protagonistas que compartían el mismo ámbito laboral. Fue un boom. En 1965 ganó dos Martín Fierro como mejor Teleteatro y mejor Autor.
En 1966 Bárbara Mujica dejó el proyecto, luego de casarse con el director David Stivel, y entonces se incorporó Claudia Lapacó. En 1968 se sumaron Thelma Biral y Silvina Rada. La novela fue un semillero de actores y una gran oportunidad para muchos que recién empezaban, como por ejemplo Soledad Silveyra, que tenía apenas 14 años cuando entró en lugar de Evangelina Salazar, que se casó con Palito Ortega y dejó la novela. Fue el primer trabajo de Solita y una gran revelación. “Le agradezco a Evangelina Salazar que haya dejado de trabajar, porque ella estaba en la historia de una de las protagonistas y yo entré como hija o sobrina de Iris gracias a eso”, le confiesa la actriz a LA NACIÓN. “Tenía 14 años así que mis recuerdos son vagos. Sí me acuerdo que el director, Borda, me dijo que era una responsabilidad reemplazar a Evangelina y yo me asusté hasta las patas”, dice entre risas.
“Recuerdo el amor, el compañerismo, el cuidado de todo ese equipo. Nunca jamás de niña me pasó absolutamente nada, todos me trataban con un amor enorme. Siempre digo que a mis compañeros actores les debo muchas cosas, con grieta, sin grieta, no me importa nada, porque a todos les agradezco que me hayan cuidado tanto; nunca tuve un problema, nadie se quiso sobrepasar ni tuve episodios violentos con hombres”, resalta Silveyra. “Me acuerdo de Nené Cascallar cuando me llevó a su casa y me dijo: ‘Bueno, Solita, vas a en entrar en El amor tiene cara de mujer’. Nunca me voy a olvidar de ella y de Tita Manes, que era su secretaria y después trabajó con China (Zorrilla), tuvieron un accidente fatal y Tita perdió la vida. Las tengo muy presentes. Y recuerdo también los besos de Rodolfo Bebán y Bárbara Mujica… ¡Cómo me emocionaban! Porque yo era muy chica. Eran todas divinas, las cuatro eran un sol. ¡Qué teleteatro ese y su historia! Tampoco me voy a olvidar de la bondad de Nené, el cuidado de Iris, el hermoso equipo”.
Arnaldo André también tuvo su primera experiencia en El amor tiene cara de mujer. Hacía unos años que había llegado desde su Paraguay natal y estaba buscando su destino. “Hice unos pocos bolos, pero cuando terminó el ciclo Nené Cascallar creó otro programa con algunas de las mismas protagonistas y la misma manera de contar la historia, de una semana cada personaje, y ahí tuve un pequeño papel. Se llamaba Enamoradas, me parece”.
Coni Vera tenía 15 años cuando entró a la novela, pero ya hacía mucho que trabajaba en televisión porque debutó a los 9 años en Ana de los milagros, con Luisa Vehil. “Estaba haciendo Israfel con Alfredo Alcón, dirigidos por Inda Ledesma, en el Teatro Argentino. Irma Roy vino a ver la obra, le gustó mucho mi trabajo y le comentó a Nené Cascallar, con quien había trabajado. Gracias eso me llamaron y me hicieron un contrato en Canal 13 para empezar a trabajar en la historia de Delfy de Ortega. Mi personaje era la hija de Federico Luppi, que tenía 33 años y empezaban a verlo como galán. Él estaba enamorado del personaje de Vanessa Lertó, la dueña del centro de belleza, y mi personaje era una chica que sufría del corazón y era muy celosa del padre y le hacia la vida imposible porque no quería que tuviera ese romance. Todos amaban a Vanessa y querían que fuese feliz con el novio, y a esta chiquita la detestaban porque se oponía al romance de la primera figura”, remarca.
“Era un programa muy icónico de la televisión y todos los que pasaban por la novela se hacían famosos inmediatamente porque se paraba el país para verla. Y era muy hermoso estar ahí. El clima de trabajo era maravilloso, todos eran buenos compañeros, buenas personas. Fue una hermosa experiencia para mí”, recuerda Vera para LA NACIÓN. “En 1966 todavía estaba esa cosa del actor de teatro serio versus el actor de televisión. En teatro se ensaya mucho tiempo y en tele todo es más vertiginoso. Sin embargo, se grababa dos o tres veces por semana y el resto de los días se ensayaba para después ir al piso con todo bien aprendido. Tampoco había edición en ese momento y tenías que hacer el bloque completo y si te equivocabas en algo, había que volver a grabar todo de nuevo. En una oportunidad le comenté a Bebán que me costaba llorar en televisión porque necesito más tiempo para prepararme. Y él me miró y me dijo que cuando algo lo emocionaba, lloraba un montón. Fue como si me diera el permiso para que me emocionara sin ningún prurito y pudiera hacer las escenas dramáticas sin ninguna barrera intelectos porque a partir de ahí, cuando tenía una escena triste, lloraba. Me quedó grabado eso de que era un hombre y lloraba sin ningún problema, así de fácil. Fue inconsciente claro, pero me sirvió. A partir de ese momento decía que yo lloraba lindo (risas)”.
Thelma Biral no fue parte del elenco inicial, pero se sumó después. “Recuerdo todas cosas buenas, hermosas. Yo recién empezaba, salía de Teleteatro Palmolive, y me contrataron Nené Cascallar y Lux en ese momento. Compartí con cuatro mujeres maravillosas que eran las protagonistas. Había una deserción que era la de Bárbara Mujica y después la de Claudia Lapacó, así que entramos Silvina Rada y yo a ocupar esos lugares, y todo fue maravilloso. Aprendí muchas cosas que me enseñaron estas mujeres, como la disciplina, el amor, el cariño, la amistad y todo lo que brindaban. Pasaron muchos actores y actrices por el elenco, maravillosos todos, y las historias eran buenísimas”, le cuenta a LA NACIÓN.
En 1975 se hizo otra versión de El amor tiene cara de mujer, y las protagonistas fueron Virginia Lago, Cristina Tejedor, Beatriz Día Quiroga, Dora Prince y Christian Bach. Durante la dictadura militar, Lago y Prince fueron prohibidas y sus personajes tuvieron que ser reemplazados por Silvia Merlino y Nora Massi. Esta versión solamente cubrió las cinco primeras temporadas de la original y estuvo al aire entre marzo de 1976 y julio de 1978.
Virginia Lago recordó ese momento para LA NACIÓN: “Esta segunda versión estaba en Canal 9, con un elenco hermoso, que producía Jorge Lozano, y fue un éxito muy grande. Estábamos todos muy contentos, pero en plena dictadura un día llegué al canal y no me dejaron entrar, aunque era una de las protagonistas de la novela. A partir de ahí fui prohibida durante cuatro años y para qué recordar los detalles. Fue algo muy difícil y me quedó grabado porque sucedió haciendo El amor tiene cara de mujer. Sí puede subirme a un escenario con el grupo que teníamos y se llamaba Teatro Popular de la Ciudad. No podía hacer tele ni radio pero sí teatro, de puro guapos. Hacíamos mucho teatro de repertorio con Onofre Lovero, Víctor Hugo Vieyra, Héctor Giovine, y un grupo muy precioso. En la novela fui muy feliz durante el tiempo que estuve; éramos muy amigas con Beatriz Día Quiroga y Dora Prince, y nos llevábamos bien todos. En ese entonces el director era Martín Clutet, y a veces Marta Reguera también. Tengo recuerdos de felicidad y ese duro momento que fue muy feo porque no me dejó entrar el hombre de la puerta con el que charlaba todos los días al entrar al canal, que era mi casa porque trabajé mucho en el 9″.
En 1993 hubo una nueva versión con coproducción de Canal 13 y Televisa México. Esta vez, las protagonistas eran Thelma Biral, Marita Ballesteros, Laura Novoa, Marisel Antonione y la mexicana Laura Flores. “Fue un lujo trabajar en esta producción de Televisa; nos trataban como a reinas y reyes y los camarines estaban llenos de flores, frutas, quesos”, recuerda Marisel Antonione, que retornó al set de televisión luego de ser mamá. “Fui madre soltera, tenía que reinsertarme en el trabajo y llamé al Gerardo Mariani, que me había dirigido en otra novela y tuvimos muy buen vínculo. Cuando terminamos, me dijo que me iba a convocar para su próximo proyecto pero no pude porque quedé embarazada, y no estuve en la primera producción de Televisa pero sí en El amor tiene cara de mujer”.
“Para entonces mi hija tenía 10 meses y yo necesitaba trabajar porque se me terminaban los ahorros. Me hicieron un casting, entré y nunca fui mejor tratada que en esa novela porque se granaba en los Estudios Pampa, en Martínez, y me ponían un auto que me llevaba y traía a San Telmo, y conmigo se venían varios compañeros también. Y me dieron un camarín que tenía cochecito, cuna, andador, me daban media hora para amamantar a mi hija cada vez que necesitaba. Era una privilegiada. Mi hija aprendió a caminar en esos estudios, y recuerdo que mis compañeros la ayudaban a dar esos primeros pasitos. Fue una experiencia maravillosa, un lujo trabajar con Televisa, con ese elenco. Y tengo recuerdos hermosos de Marita, de Thelma y de tantos más”, compartió Antonione con LA NACIÓN.
El amor tiene cara de mujer fue una telenovela icónica en nuestro país. La televisión todavía estaba en pañales cuando a la autora Nené Cascallar se le ocurrió contar la historia de cuatro mujeres que trabajaban en un centro de belleza. Fue un éxito tan grande que el país se paraba para verla, y las televidentes no solamente eran mujeres. La primera emisión fue en 1964 y la última en 1970, siempre en Canal 13 y de lunes a viernes a las 18.30. Tuvo 800 capítulos de media hora y cada semana la historia se centraba en la vida de una de las protagonistas: Delfy de Ortega, Bárbara Mujica, Iris Láinez y Angélica López Gamio, y un elenco de lujo con Claudia Lapacó, Norma Aleandro, Evangelina Salazar, Soledad Silveyra, Federico Luppi, Rodolfo Bebán, Sergio Renán, Ricardo Bauleo, Ana María Picchio, Jorge Barreiro, Rodolfo Ranni, Eduardo Rudy, Coni Vera, José María Vilches y Mónica MIhanovich, entre otros. La producción era de Jacinto Pérez Heredia y dirección de Edgardo Borda y Osías Wilenski.
La trama se centraba en la vida de cuatro mujeres de diferentes edades, estado civil y extracto social que convivían en un mismo lugar de trabajo: desde la aristocrática y moderna Vanessa Lertó, dueña del centro de estética, hasta la humilde peluquera Matilde. La gran novedad es que introdujo una innovación conceptual en el género al abandonar la idea de una única pareja protagónica para reemplazarla por cuatro protagonistas que compartían el mismo ámbito laboral. Fue un boom. En 1965 ganó dos Martín Fierro como mejor Teleteatro y mejor Autor.
En 1966 Bárbara Mujica dejó el proyecto, luego de casarse con el director David Stivel, y entonces se incorporó Claudia Lapacó. En 1968 se sumaron Thelma Biral y Silvina Rada. La novela fue un semillero de actores y una gran oportunidad para muchos que recién empezaban, como por ejemplo Soledad Silveyra, que tenía apenas 14 años cuando entró en lugar de Evangelina Salazar, que se casó con Palito Ortega y dejó la novela. Fue el primer trabajo de Solita y una gran revelación. “Le agradezco a Evangelina Salazar que haya dejado de trabajar, porque ella estaba en la historia de una de las protagonistas y yo entré como hija o sobrina de Iris gracias a eso”, le confiesa la actriz a LA NACIÓN. “Tenía 14 años así que mis recuerdos son vagos. Sí me acuerdo que el director, Borda, me dijo que era una responsabilidad reemplazar a Evangelina y yo me asusté hasta las patas”, dice entre risas.
“Recuerdo el amor, el compañerismo, el cuidado de todo ese equipo. Nunca jamás de niña me pasó absolutamente nada, todos me trataban con un amor enorme. Siempre digo que a mis compañeros actores les debo muchas cosas, con grieta, sin grieta, no me importa nada, porque a todos les agradezco que me hayan cuidado tanto; nunca tuve un problema, nadie se quiso sobrepasar ni tuve episodios violentos con hombres”, resalta Silveyra. “Me acuerdo de Nené Cascallar cuando me llevó a su casa y me dijo: ‘Bueno, Solita, vas a en entrar en El amor tiene cara de mujer’. Nunca me voy a olvidar de ella y de Tita Manes, que era su secretaria y después trabajó con China (Zorrilla), tuvieron un accidente fatal y Tita perdió la vida. Las tengo muy presentes. Y recuerdo también los besos de Rodolfo Bebán y Bárbara Mujica… ¡Cómo me emocionaban! Porque yo era muy chica. Eran todas divinas, las cuatro eran un sol. ¡Qué teleteatro ese y su historia! Tampoco me voy a olvidar de la bondad de Nené, el cuidado de Iris, el hermoso equipo”.
Arnaldo André también tuvo su primera experiencia en El amor tiene cara de mujer. Hacía unos años que había llegado desde su Paraguay natal y estaba buscando su destino. “Hice unos pocos bolos, pero cuando terminó el ciclo Nené Cascallar creó otro programa con algunas de las mismas protagonistas y la misma manera de contar la historia, de una semana cada personaje, y ahí tuve un pequeño papel. Se llamaba Enamoradas, me parece”.
Coni Vera tenía 15 años cuando entró a la novela, pero ya hacía mucho que trabajaba en televisión porque debutó a los 9 años en Ana de los milagros, con Luisa Vehil. “Estaba haciendo Israfel con Alfredo Alcón, dirigidos por Inda Ledesma, en el Teatro Argentino. Irma Roy vino a ver la obra, le gustó mucho mi trabajo y le comentó a Nené Cascallar, con quien había trabajado. Gracias eso me llamaron y me hicieron un contrato en Canal 13 para empezar a trabajar en la historia de Delfy de Ortega. Mi personaje era la hija de Federico Luppi, que tenía 33 años y empezaban a verlo como galán. Él estaba enamorado del personaje de Vanessa Lertó, la dueña del centro de belleza, y mi personaje era una chica que sufría del corazón y era muy celosa del padre y le hacia la vida imposible porque no quería que tuviera ese romance. Todos amaban a Vanessa y querían que fuese feliz con el novio, y a esta chiquita la detestaban porque se oponía al romance de la primera figura”, remarca.
“Era un programa muy icónico de la televisión y todos los que pasaban por la novela se hacían famosos inmediatamente porque se paraba el país para verla. Y era muy hermoso estar ahí. El clima de trabajo era maravilloso, todos eran buenos compañeros, buenas personas. Fue una hermosa experiencia para mí”, recuerda Vera para LA NACIÓN. “En 1966 todavía estaba esa cosa del actor de teatro serio versus el actor de televisión. En teatro se ensaya mucho tiempo y en tele todo es más vertiginoso. Sin embargo, se grababa dos o tres veces por semana y el resto de los días se ensayaba para después ir al piso con todo bien aprendido. Tampoco había edición en ese momento y tenías que hacer el bloque completo y si te equivocabas en algo, había que volver a grabar todo de nuevo. En una oportunidad le comenté a Bebán que me costaba llorar en televisión porque necesito más tiempo para prepararme. Y él me miró y me dijo que cuando algo lo emocionaba, lloraba un montón. Fue como si me diera el permiso para que me emocionara sin ningún prurito y pudiera hacer las escenas dramáticas sin ninguna barrera intelectos porque a partir de ahí, cuando tenía una escena triste, lloraba. Me quedó grabado eso de que era un hombre y lloraba sin ningún problema, así de fácil. Fue inconsciente claro, pero me sirvió. A partir de ese momento decía que yo lloraba lindo (risas)”.
Thelma Biral no fue parte del elenco inicial, pero se sumó después. “Recuerdo todas cosas buenas, hermosas. Yo recién empezaba, salía de Teleteatro Palmolive, y me contrataron Nené Cascallar y Lux en ese momento. Compartí con cuatro mujeres maravillosas que eran las protagonistas. Había una deserción que era la de Bárbara Mujica y después la de Claudia Lapacó, así que entramos Silvina Rada y yo a ocupar esos lugares, y todo fue maravilloso. Aprendí muchas cosas que me enseñaron estas mujeres, como la disciplina, el amor, el cariño, la amistad y todo lo que brindaban. Pasaron muchos actores y actrices por el elenco, maravillosos todos, y las historias eran buenísimas”, le cuenta a LA NACIÓN.
En 1975 se hizo otra versión de El amor tiene cara de mujer, y las protagonistas fueron Virginia Lago, Cristina Tejedor, Beatriz Día Quiroga, Dora Prince y Christian Bach. Durante la dictadura militar, Lago y Prince fueron prohibidas y sus personajes tuvieron que ser reemplazados por Silvia Merlino y Nora Massi. Esta versión solamente cubrió las cinco primeras temporadas de la original y estuvo al aire entre marzo de 1976 y julio de 1978.
Virginia Lago recordó ese momento para LA NACIÓN: “Esta segunda versión estaba en Canal 9, con un elenco hermoso, que producía Jorge Lozano, y fue un éxito muy grande. Estábamos todos muy contentos, pero en plena dictadura un día llegué al canal y no me dejaron entrar, aunque era una de las protagonistas de la novela. A partir de ahí fui prohibida durante cuatro años y para qué recordar los detalles. Fue algo muy difícil y me quedó grabado porque sucedió haciendo El amor tiene cara de mujer. Sí puede subirme a un escenario con el grupo que teníamos y se llamaba Teatro Popular de la Ciudad. No podía hacer tele ni radio pero sí teatro, de puro guapos. Hacíamos mucho teatro de repertorio con Onofre Lovero, Víctor Hugo Vieyra, Héctor Giovine, y un grupo muy precioso. En la novela fui muy feliz durante el tiempo que estuve; éramos muy amigas con Beatriz Día Quiroga y Dora Prince, y nos llevábamos bien todos. En ese entonces el director era Martín Clutet, y a veces Marta Reguera también. Tengo recuerdos de felicidad y ese duro momento que fue muy feo porque no me dejó entrar el hombre de la puerta con el que charlaba todos los días al entrar al canal, que era mi casa porque trabajé mucho en el 9″.
En 1993 hubo una nueva versión con coproducción de Canal 13 y Televisa México. Esta vez, las protagonistas eran Thelma Biral, Marita Ballesteros, Laura Novoa, Marisel Antonione y la mexicana Laura Flores. “Fue un lujo trabajar en esta producción de Televisa; nos trataban como a reinas y reyes y los camarines estaban llenos de flores, frutas, quesos”, recuerda Marisel Antonione, que retornó al set de televisión luego de ser mamá. “Fui madre soltera, tenía que reinsertarme en el trabajo y llamé al Gerardo Mariani, que me había dirigido en otra novela y tuvimos muy buen vínculo. Cuando terminamos, me dijo que me iba a convocar para su próximo proyecto pero no pude porque quedé embarazada, y no estuve en la primera producción de Televisa pero sí en El amor tiene cara de mujer”.
“Para entonces mi hija tenía 10 meses y yo necesitaba trabajar porque se me terminaban los ahorros. Me hicieron un casting, entré y nunca fui mejor tratada que en esa novela porque se granaba en los Estudios Pampa, en Martínez, y me ponían un auto que me llevaba y traía a San Telmo, y conmigo se venían varios compañeros también. Y me dieron un camarín que tenía cochecito, cuna, andador, me daban media hora para amamantar a mi hija cada vez que necesitaba. Era una privilegiada. Mi hija aprendió a caminar en esos estudios, y recuerdo que mis compañeros la ayudaban a dar esos primeros pasitos. Fue una experiencia maravillosa, un lujo trabajar con Televisa, con ese elenco. Y tengo recuerdos hermosos de Marita, de Thelma y de tantos más”, compartió Antonione con LA NACIÓN.
Fue el primer culebrón cuya trama no giraba en torno a una pareja protagónica; tuvo varias versiones en nuestro país y en el mundo, pero la original marcó el inicio de las carreras de Soledad Silveyra y Arnaldo André LA NACION