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Milei y el complejo arte de decir “no”

Establecida como principal política de Estado la reducción brusca del gasto público, Javier Milei encontrará que la única palabra que le servirá, entre tantos discursos incendiarios, tiene apenas dos letras: no.

Un silogismo guía las decisiones del Presidente por encima de las complejas teorías económicas que expone para hacer brillar sus conocimientos. Milei considera que, siendo la inflación un problema monetario, en tanto el Estado no recaude más de lo que gasta, la eterna enfermedad que afecta a la Argentina no será conjurada. Y como recibió un déficit fiscal enorme combinado con la imposibilidad de tomar deuda, la fórmula a aplicar es la que lleva adelante el ministro Luis Caputo. Es decir, recortar todo lo necesario para que las cuentas que Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa dejaron en rojo pasen a tener un saldo positivo.

El Presidente se defiende con las mismas armas con las que como candidato hizo su notable aterrizaje en el poder: el dogma ideológico y la violencia verbal

El Presidente celebra como una hazaña el frenazo al gasto impuesto desde el primer día, sin reparar en las dudas que despierta la consistencia de los recortes con la posibilidad de prolongarlos en el tiempo.

Milei prometió una cura drástica del mal inflacionario. Y una parte significativa aunque menguante de la sociedad lo apoya, con la convicción de que de ninguna situación crítica de la economía se sale sin previamente agravar ese cuadro. Esa comprensión ciudadana es un dato relevante en tanto expresa no solo el hartazgo que generaron tantos años de desatinos, sino también la voluntad de soportar un período más doloroso para curar un padecimiento crónico.

El libertario tal vez prefiera no recordar que su odiado Raúl Alfonsín convocó a sobrellevar “una economía de guerra” cuando presentó el fallido Plan Austral. Quizá haya olvidado que su admirado Carlos Menem prometió “cirugía sin anestesia, hasta el hueso” cada vez que arrancó uno de los tres intentos para sofocar la hiperinflación. Al fin, el riojano acertó con el plan de Domingo Cavallo.

Milei es menos original de lo que cree en términos históricos, aunque parece haber aprendido que ceder, decir que sí cuando debe decir no, es el camino opuesto al que pretende seguir.

El Presidente se defiende con las mismas armas con las que hizo su notable aterrizaje en el poder: el dogma ideológico y la violencia verbal. Será difícil pedirle que cambie de libreto a alguien que fue de la nada al todo y se presenta a sí mismo como un redentor de la política global. El tiempo dirá si es algo más serio que una pintoresca novedad.

Lo que está empezando a poner a prueba a Milei no son sus adversarios sino la dimensión del ajuste de las cuentas públicas que lleva adelante

Mientras, en un país desquiciado por un empobrecimiento sin parangón en los últimos 55 años, Milei actúa con recursos ya gastados por presidentes como Cristina Kirchner, como el de presentarse como la enfurecida víctima de sus supuestos rivales.

En realidad, lo que está empezando a poner a prueba a Milei no son sus adversarios –que los tiene y los tendrá, naturalmente– sino la dimensión y los resultados del ajuste de las cuentas públicas que lleva adelante.

El recorte sobre las jubilaciones, salteando los aumentos que habrían correspondido por un par de meses inflacionarios, se aplicó sin mayores conflictos, salvo que se cuente como un problema el veto a la ley con la que la oposición pretendió corregirle esa decisión. El sistema político que Milei identifica como “la casta” critica lo que presidenciables como Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta o Sergio Massa iban a tratar de hacer.

Más temprano que tarde, ese hachazo a los jubilados –un tercio del ahorro del plan de Caputo– necesitará una validación por ley. Los decretos siempre terminan hundidos por los fallos judiciales. De eso se trata también la sostenibilidad de un plan de recortes.

El país empobrecido por años de desatinos más la aceleración último ajuste se asoma todos los días a la ventana para ver si llegará la reactivación; esa esperanza está solo por ahora en los discursos de Milei

La intensidad del ajuste que Milei presenta como un éxito reconoce una consecuencia directa en el aumento de los niveles de pobreza. Es un dato que puede ser transitorio, tal como pasó con procesos de ajuste similares, que incluyeron recesión para frenar la circulación e inflación acentuada que deviene del acomodamiento de los precios relativos.

Anclado en el dogma ideológico de considerar que los Estados no deben hacer obras públicas y que el mercado debe decidir qué infraestructura aportar en función de necesidades y réditos, Milei y Caputo también computan el beneficio de cerrar otro grifo del gasto público. Esa amputación de los egresos explica otro tercio de la reducción.

Vale entonces preguntarse si algo tan estratégico como la explotación intensiva y venta de lo extraído de Vaca Muerta deberá esperar a que la esquiva confianza de los inversores regrese al país para posibilitar que el gas se exporte o se distribuya a las zonas del país donde no hay redes.

Milei anuncia la llegada de una lluvia de dólares aplicados al desarrollo productivo en gas, petróleo y minería. Todavía no se ven ni las nubes de la tormenta prometida.

La misma lógica que evita más erogaciones nacionales es la que se aplica al recorte de gran parte de compromisos con las provincias. Por ese motivo, la Corte acumula demandas que en algún momento este u otros gobiernos deberán enfrentar. Mauricio Macri no había asumido cuando el máximo tribunal dictó una sentencia que lo obligó a pagar juicios por deudas impagas de Cristina Kirchner a Santa Fe, San Luis y Córdoba. De eso también se trata la sostenibilidad del gasto, por ahora basado en la fuerte decisión política de decir que no.

Más urgente es saber si la intensidad del ajuste demorará todavía más la salida de la recesión y la recuperación del crecimiento.

El país empobrecido se asoma todos los días a la ventana para ver si llegará la reactivación de la economía. Esa esperanza está solo por ahora en los discursos de Milei; si se desvanece se pondrá en riesgo la gobernabilidad de la administración libertaria. Los mensajes incendiarios, cargados de insultos y agravios como parte de un libreto incluyen la reventa de la misma expectativa electoral del año pasado. Tendrán un valor todavía más insignificante si la economía sigue sumergida cuando los argentinos tengan que decidir a quién votar.

Establecida como principal política de Estado la reducción brusca del gasto público, Javier Milei encontrará que la única palabra que le servirá, entre tantos discursos incendiarios, tiene apenas dos letras: no.

Un silogismo guía las decisiones del Presidente por encima de las complejas teorías económicas que expone para hacer brillar sus conocimientos. Milei considera que, siendo la inflación un problema monetario, en tanto el Estado no recaude más de lo que gasta, la eterna enfermedad que afecta a la Argentina no será conjurada. Y como recibió un déficit fiscal enorme combinado con la imposibilidad de tomar deuda, la fórmula a aplicar es la que lleva adelante el ministro Luis Caputo. Es decir, recortar todo lo necesario para que las cuentas que Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa dejaron en rojo pasen a tener un saldo positivo.

El Presidente se defiende con las mismas armas con las que como candidato hizo su notable aterrizaje en el poder: el dogma ideológico y la violencia verbal

El Presidente celebra como una hazaña el frenazo al gasto impuesto desde el primer día, sin reparar en las dudas que despierta la consistencia de los recortes con la posibilidad de prolongarlos en el tiempo.

Milei prometió una cura drástica del mal inflacionario. Y una parte significativa aunque menguante de la sociedad lo apoya, con la convicción de que de ninguna situación crítica de la economía se sale sin previamente agravar ese cuadro. Esa comprensión ciudadana es un dato relevante en tanto expresa no solo el hartazgo que generaron tantos años de desatinos, sino también la voluntad de soportar un período más doloroso para curar un padecimiento crónico.

El libertario tal vez prefiera no recordar que su odiado Raúl Alfonsín convocó a sobrellevar “una economía de guerra” cuando presentó el fallido Plan Austral. Quizá haya olvidado que su admirado Carlos Menem prometió “cirugía sin anestesia, hasta el hueso” cada vez que arrancó uno de los tres intentos para sofocar la hiperinflación. Al fin, el riojano acertó con el plan de Domingo Cavallo.

Milei es menos original de lo que cree en términos históricos, aunque parece haber aprendido que ceder, decir que sí cuando debe decir no, es el camino opuesto al que pretende seguir.

El Presidente se defiende con las mismas armas con las que hizo su notable aterrizaje en el poder: el dogma ideológico y la violencia verbal. Será difícil pedirle que cambie de libreto a alguien que fue de la nada al todo y se presenta a sí mismo como un redentor de la política global. El tiempo dirá si es algo más serio que una pintoresca novedad.

Lo que está empezando a poner a prueba a Milei no son sus adversarios sino la dimensión del ajuste de las cuentas públicas que lleva adelante

Mientras, en un país desquiciado por un empobrecimiento sin parangón en los últimos 55 años, Milei actúa con recursos ya gastados por presidentes como Cristina Kirchner, como el de presentarse como la enfurecida víctima de sus supuestos rivales.

En realidad, lo que está empezando a poner a prueba a Milei no son sus adversarios –que los tiene y los tendrá, naturalmente– sino la dimensión y los resultados del ajuste de las cuentas públicas que lleva adelante.

El recorte sobre las jubilaciones, salteando los aumentos que habrían correspondido por un par de meses inflacionarios, se aplicó sin mayores conflictos, salvo que se cuente como un problema el veto a la ley con la que la oposición pretendió corregirle esa decisión. El sistema político que Milei identifica como “la casta” critica lo que presidenciables como Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta o Sergio Massa iban a tratar de hacer.

Más temprano que tarde, ese hachazo a los jubilados –un tercio del ahorro del plan de Caputo– necesitará una validación por ley. Los decretos siempre terminan hundidos por los fallos judiciales. De eso se trata también la sostenibilidad de un plan de recortes.

El país empobrecido por años de desatinos más la aceleración último ajuste se asoma todos los días a la ventana para ver si llegará la reactivación; esa esperanza está solo por ahora en los discursos de Milei

La intensidad del ajuste que Milei presenta como un éxito reconoce una consecuencia directa en el aumento de los niveles de pobreza. Es un dato que puede ser transitorio, tal como pasó con procesos de ajuste similares, que incluyeron recesión para frenar la circulación e inflación acentuada que deviene del acomodamiento de los precios relativos.

Anclado en el dogma ideológico de considerar que los Estados no deben hacer obras públicas y que el mercado debe decidir qué infraestructura aportar en función de necesidades y réditos, Milei y Caputo también computan el beneficio de cerrar otro grifo del gasto público. Esa amputación de los egresos explica otro tercio de la reducción.

Vale entonces preguntarse si algo tan estratégico como la explotación intensiva y venta de lo extraído de Vaca Muerta deberá esperar a que la esquiva confianza de los inversores regrese al país para posibilitar que el gas se exporte o se distribuya a las zonas del país donde no hay redes.

Milei anuncia la llegada de una lluvia de dólares aplicados al desarrollo productivo en gas, petróleo y minería. Todavía no se ven ni las nubes de la tormenta prometida.

La misma lógica que evita más erogaciones nacionales es la que se aplica al recorte de gran parte de compromisos con las provincias. Por ese motivo, la Corte acumula demandas que en algún momento este u otros gobiernos deberán enfrentar. Mauricio Macri no había asumido cuando el máximo tribunal dictó una sentencia que lo obligó a pagar juicios por deudas impagas de Cristina Kirchner a Santa Fe, San Luis y Córdoba. De eso también se trata la sostenibilidad del gasto, por ahora basado en la fuerte decisión política de decir que no.

Más urgente es saber si la intensidad del ajuste demorará todavía más la salida de la recesión y la recuperación del crecimiento.

El país empobrecido se asoma todos los días a la ventana para ver si llegará la reactivación de la economía. Esa esperanza está solo por ahora en los discursos de Milei; si se desvanece se pondrá en riesgo la gobernabilidad de la administración libertaria. Los mensajes incendiarios, cargados de insultos y agravios como parte de un libreto incluyen la reventa de la misma expectativa electoral del año pasado. Tendrán un valor todavía más insignificante si la economía sigue sumergida cuando los argentinos tengan que decidir a quién votar.

 Establecida como principal política de Estado la reducción brusca del gasto público, Javier Milei encontrará que la única palabra que le servirá, entre tantos discursos incendiarios, tiene apenas dos letras: no.Un silogismo guía las decisiones del Presidente por encima de las complejas teorías económicas que expone para hacer brillar sus conocimientos. Milei considera que, siendo la inflación un problema monetario, en tanto el Estado no recaude más de lo que gasta, la eterna enfermedad que afecta a la Argentina no será conjurada. Y como recibió un déficit fiscal enorme combinado con la imposibilidad de tomar deuda, la fórmula a aplicar es la que lleva adelante el ministro Luis Caputo. Es decir, recortar todo lo necesario para que las cuentas que Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa dejaron en rojo pasen a tener un saldo positivo.El Presidente se defiende con las mismas armas con las que como candidato hizo su notable aterrizaje en el poder: el dogma ideológico y la violencia verbalEl Presidente celebra como una hazaña el frenazo al gasto impuesto desde el primer día, sin reparar en las dudas que despierta la consistencia de los recortes con la posibilidad de prolongarlos en el tiempo.Milei prometió una cura drástica del mal inflacionario. Y una parte significativa aunque menguante de la sociedad lo apoya, con la convicción de que de ninguna situación crítica de la economía se sale sin previamente agravar ese cuadro. Esa comprensión ciudadana es un dato relevante en tanto expresa no solo el hartazgo que generaron tantos años de desatinos, sino también la voluntad de soportar un período más doloroso para curar un padecimiento crónico.El libertario tal vez prefiera no recordar que su odiado Raúl Alfonsín convocó a sobrellevar “una economía de guerra” cuando presentó el fallido Plan Austral. Quizá haya olvidado que su admirado Carlos Menem prometió “cirugía sin anestesia, hasta el hueso” cada vez que arrancó uno de los tres intentos para sofocar la hiperinflación. Al fin, el riojano acertó con el plan de Domingo Cavallo.Milei es menos original de lo que cree en términos históricos, aunque parece haber aprendido que ceder, decir que sí cuando debe decir no, es el camino opuesto al que pretende seguir.El Presidente se defiende con las mismas armas con las que hizo su notable aterrizaje en el poder: el dogma ideológico y la violencia verbal. Será difícil pedirle que cambie de libreto a alguien que fue de la nada al todo y se presenta a sí mismo como un redentor de la política global. El tiempo dirá si es algo más serio que una pintoresca novedad.Lo que está empezando a poner a prueba a Milei no son sus adversarios sino la dimensión del ajuste de las cuentas públicas que lleva adelanteMientras, en un país desquiciado por un empobrecimiento sin parangón en los últimos 55 años, Milei actúa con recursos ya gastados por presidentes como Cristina Kirchner, como el de presentarse como la enfurecida víctima de sus supuestos rivales.En realidad, lo que está empezando a poner a prueba a Milei no son sus adversarios –que los tiene y los tendrá, naturalmente– sino la dimensión y los resultados del ajuste de las cuentas públicas que lleva adelante.El recorte sobre las jubilaciones, salteando los aumentos que habrían correspondido por un par de meses inflacionarios, se aplicó sin mayores conflictos, salvo que se cuente como un problema el veto a la ley con la que la oposición pretendió corregirle esa decisión. El sistema político que Milei identifica como “la casta” critica lo que presidenciables como Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta o Sergio Massa iban a tratar de hacer.Más temprano que tarde, ese hachazo a los jubilados –un tercio del ahorro del plan de Caputo– necesitará una validación por ley. Los decretos siempre terminan hundidos por los fallos judiciales. De eso se trata también la sostenibilidad de un plan de recortes.El país empobrecido por años de desatinos más la aceleración último ajuste se asoma todos los días a la ventana para ver si llegará la reactivación; esa esperanza está solo por ahora en los discursos de MileiLa intensidad del ajuste que Milei presenta como un éxito reconoce una consecuencia directa en el aumento de los niveles de pobreza. Es un dato que puede ser transitorio, tal como pasó con procesos de ajuste similares, que incluyeron recesión para frenar la circulación e inflación acentuada que deviene del acomodamiento de los precios relativos.Anclado en el dogma ideológico de considerar que los Estados no deben hacer obras públicas y que el mercado debe decidir qué infraestructura aportar en función de necesidades y réditos, Milei y Caputo también computan el beneficio de cerrar otro grifo del gasto público. Esa amputación de los egresos explica otro tercio de la reducción.Vale entonces preguntarse si algo tan estratégico como la explotación intensiva y venta de lo extraído de Vaca Muerta deberá esperar a que la esquiva confianza de los inversores regrese al país para posibilitar que el gas se exporte o se distribuya a las zonas del país donde no hay redes.Milei anuncia la llegada de una lluvia de dólares aplicados al desarrollo productivo en gas, petróleo y minería. Todavía no se ven ni las nubes de la tormenta prometida.La misma lógica que evita más erogaciones nacionales es la que se aplica al recorte de gran parte de compromisos con las provincias. Por ese motivo, la Corte acumula demandas que en algún momento este u otros gobiernos deberán enfrentar. Mauricio Macri no había asumido cuando el máximo tribunal dictó una sentencia que lo obligó a pagar juicios por deudas impagas de Cristina Kirchner a Santa Fe, San Luis y Córdoba. De eso también se trata la sostenibilidad del gasto, por ahora basado en la fuerte decisión política de decir que no.Más urgente es saber si la intensidad del ajuste demorará todavía más la salida de la recesión y la recuperación del crecimiento.El país empobrecido se asoma todos los días a la ventana para ver si llegará la reactivación de la economía. Esa esperanza está solo por ahora en los discursos de Milei; si se desvanece se pondrá en riesgo la gobernabilidad de la administración libertaria. Los mensajes incendiarios, cargados de insultos y agravios como parte de un libreto incluyen la reventa de la misma expectativa electoral del año pasado. Tendrán un valor todavía más insignificante si la economía sigue sumergida cuando los argentinos tengan que decidir a quién votar.  LA NACION

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