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Juan Carrasco, el boxeador argentino condenado por asesinato que piensa en la libertad

El boxeador mendocino Juan Carrasco, 12° en el ranking mundial Liviano (FIB), ambicionó desde su infancia protagonizar una noche como ésta: en su provincia, ante su gente y frente a un rival ruso jerarquizado como Zaur Abdulaev, 5° en la clasificación ecuménica y por un gran premio en caso de ganar: acceder al 2° lugar en el escalafón internacional y próximo a un combate titular.

El match de doce rounds se llevará a cabo este sábado a partir de las 23.45, en el Aconcagua Arena de Mendoza, con televisación de TyC Sports.

Más allá de todo esto, desde hace diez años, Carrasco (de 32 años), proveniente de una familia de pugilistas en donde se destacó Gumersindo, su hermano mayor, atraviesa un momento muy especial de su vida: no puede darse el lujo de soñar ni proyectar, ni siquiera elaborar planos diarios. Su andar está condicionado hora a hora, minuto a minuto. Y en esos lapsos arriesga perder lo más preciado que tiene un hombre en la tierra: su libertad.

El caso Carrasco

Juan Marcelo Carrasco fue condenado a 10 años y 8 meses de prisión por asesinato de su cuñado en 2011. Nunca fue encarcelado al comprobarse graves irregularidades en los testimonios que lo condenaron. Sin embargo, cumplió dos años de cárcel entre 2013 y 2015 por amenazas a la víctima reconocidas en su declaración.

Desde entonces protagonizó una intensa carrera profesional apoyado en el beneficio de las salidas laborales. “Nunca incurrió en nuevos delitos, formó una familia con dos hijos y es un vecino querido. Es visiblemente una mejor persona”. Esta es la conclusión de los jueces que le otorgaron “prisión domiciliaria”. Se le adosó la tobillera electrónica reguladora de sus movimientos, hace meses, ante la trascendencia que tomó su vida deportiva.

Debutó como profesional con licencia AIBA representando al equipo italiano de Milano Thunder en 2012 sin mayor suceso. (Ganó 2 y perdió 2). Acopló combates fiscalizados por la FAB desde 2016, gestando una carrera de 22 triunfos (13 K.O) y 3 derrotas.

Es de ataque. Duro y de fricción. En la pelea pura encuentra lo mejor de sí. No ha tenido oposiciones de jerarquía como para vaticinar su auténtico nivel en un peso en donde el campeón (FIB) es un consagrado: Vasyl Lomachenko.

Combate incierto

La campaña de Abdulaev tuvo también un inicio magro en el pugilismo rentado de AIBA, perdiendo sus dos cotejos iniciales. Completó un historial de 19 éxitos (11 KO) y 3 reveses. Es más alto que Carrasco y se caracteriza por sus golpes lineales y directos. Buenos en apertura, pero sin golpe de KO. Sus victorias más resonantes fueron sobre los excampeones mundiales venezolanos Jorge Linares y Roger Gutiérrez. Perdió por KOT en cuatro rounds con Daven Haney, en 2019, por el cetro Liviano (CMB).

Abdulaev deberá forcejear contra otra ley: del local y visitante.

La pelea más importante

Más allá de tácticas y estrategias, hay algo más trascendente que todo esto. La situación de Carrasco. ¿En qué lo beneficiará o perjudicará para su causa penal ejecutar su derecho laboral ante las cámaras de TV? Es algo repetido en la Argentina con el correr de los años. Y con casos más graves aún. El bonaerense Ricardo Sotelo, excampeón argentino – detenido en el Penal de Florencio Varela- venció a Miguel Aguirre, en el estadio de la FAB en 2005, con televisación de TyC Sports, favorecido por una extenuación laboral.

Adrián Torres -con permiso judicial y salida de trabajo- derrotó a Aníbal Cortez, en el gimnasio del Mercado Central de Buenos Aires, en 2015, en la pantalla de la TV Pública. En ambos casos, todo se llevó a cabo con un estricto cuidado y absoluta reserva.

Juan Carrasco quiere vivir en paz. Se mueve entre acusaciones y clemencias por su inocencia en un mundo muy particular: el de la Justica del hombre. Quizás necesite una luz salvadora; el aporte de una “decisión divina” que lo ayude a lograr la victoria más importante de su vida.

El boxeador mendocino Juan Carrasco, 12° en el ranking mundial Liviano (FIB), ambicionó desde su infancia protagonizar una noche como ésta: en su provincia, ante su gente y frente a un rival ruso jerarquizado como Zaur Abdulaev, 5° en la clasificación ecuménica y por un gran premio en caso de ganar: acceder al 2° lugar en el escalafón internacional y próximo a un combate titular.

El match de doce rounds se llevará a cabo este sábado a partir de las 23.45, en el Aconcagua Arena de Mendoza, con televisación de TyC Sports.

Más allá de todo esto, desde hace diez años, Carrasco (de 32 años), proveniente de una familia de pugilistas en donde se destacó Gumersindo, su hermano mayor, atraviesa un momento muy especial de su vida: no puede darse el lujo de soñar ni proyectar, ni siquiera elaborar planos diarios. Su andar está condicionado hora a hora, minuto a minuto. Y en esos lapsos arriesga perder lo más preciado que tiene un hombre en la tierra: su libertad.

El caso Carrasco

Juan Marcelo Carrasco fue condenado a 10 años y 8 meses de prisión por asesinato de su cuñado en 2011. Nunca fue encarcelado al comprobarse graves irregularidades en los testimonios que lo condenaron. Sin embargo, cumplió dos años de cárcel entre 2013 y 2015 por amenazas a la víctima reconocidas en su declaración.

Desde entonces protagonizó una intensa carrera profesional apoyado en el beneficio de las salidas laborales. “Nunca incurrió en nuevos delitos, formó una familia con dos hijos y es un vecino querido. Es visiblemente una mejor persona”. Esta es la conclusión de los jueces que le otorgaron “prisión domiciliaria”. Se le adosó la tobillera electrónica reguladora de sus movimientos, hace meses, ante la trascendencia que tomó su vida deportiva.

Debutó como profesional con licencia AIBA representando al equipo italiano de Milano Thunder en 2012 sin mayor suceso. (Ganó 2 y perdió 2). Acopló combates fiscalizados por la FAB desde 2016, gestando una carrera de 22 triunfos (13 K.O) y 3 derrotas.

Es de ataque. Duro y de fricción. En la pelea pura encuentra lo mejor de sí. No ha tenido oposiciones de jerarquía como para vaticinar su auténtico nivel en un peso en donde el campeón (FIB) es un consagrado: Vasyl Lomachenko.

Combate incierto

La campaña de Abdulaev tuvo también un inicio magro en el pugilismo rentado de AIBA, perdiendo sus dos cotejos iniciales. Completó un historial de 19 éxitos (11 KO) y 3 reveses. Es más alto que Carrasco y se caracteriza por sus golpes lineales y directos. Buenos en apertura, pero sin golpe de KO. Sus victorias más resonantes fueron sobre los excampeones mundiales venezolanos Jorge Linares y Roger Gutiérrez. Perdió por KOT en cuatro rounds con Daven Haney, en 2019, por el cetro Liviano (CMB).

Abdulaev deberá forcejear contra otra ley: del local y visitante.

La pelea más importante

Más allá de tácticas y estrategias, hay algo más trascendente que todo esto. La situación de Carrasco. ¿En qué lo beneficiará o perjudicará para su causa penal ejecutar su derecho laboral ante las cámaras de TV? Es algo repetido en la Argentina con el correr de los años. Y con casos más graves aún. El bonaerense Ricardo Sotelo, excampeón argentino – detenido en el Penal de Florencio Varela- venció a Miguel Aguirre, en el estadio de la FAB en 2005, con televisación de TyC Sports, favorecido por una extenuación laboral.

Adrián Torres -con permiso judicial y salida de trabajo- derrotó a Aníbal Cortez, en el gimnasio del Mercado Central de Buenos Aires, en 2015, en la pantalla de la TV Pública. En ambos casos, todo se llevó a cabo con un estricto cuidado y absoluta reserva.

Juan Carrasco quiere vivir en paz. Se mueve entre acusaciones y clemencias por su inocencia en un mundo muy particular: el de la Justica del hombre. Quizás necesite una luz salvadora; el aporte de una “decisión divina” que lo ayude a lograr la victoria más importante de su vida.

 ¿En qué lo beneficiará o perjudicará para su causa penal ejecutar su derecho laboral ante las cámaras de TV?  LA NACION

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