DeepSeek y Grok-3, un estallido en el negocio de la inteligencia artificial

Un estallido ocurrió recientemente en el negocio de la inteligencia artificial (IA) con el advenimiento de DeepSeek, un novedoso sistema de IA de origen chino, y con la aparición de Grok-3, otro modelo de IA presentado en estos días por el multimillonario Elon Musk.
Transitamos la era de la IA, donde los modelos creados por distintas empresas tecnológicas compiten por el primer puesto y las mejores ganancias, lo que supone que dicha tecnología busca aplicarse a todos los campos del conocimiento y de la vida del hombre.
En este contexto, OpenAI plantó su bandera en noviembre de 2022 con su glamoroso chat inteligente, de uso gratuito, al que todos hemos podido acceder, basado en el lenguaje de inteligencia artificial GPT, en sus distintas versiones, que ha sido alimentado con gran cantidad de texto y datos personales y que se retroalimenta con todo aquello que los usuarios requieren o preguntan: una verdadera procesadora de datos inteligente.
A este producto se sumaron los sistemas de IA promovidos por Google (Gemini) y Meta (el chatbot que usamos con WhatsApp), nadando todos ellos en aguas del conglomerado tecnológico estadounidense.
Pero cuando pensábamos que el tema estaba gobernado por las compañías del país del norte, apareció, como por arte de magia, la nueva app china, que causó un temblor de millones de dólares en el Nasdaq, cuando las acciones de distintas empresas tecnológicas se cayeron como un piano, como por ejemplo las de Nvidia, reconocida compañía fabricante de chips y microprocesadores, que habría perdido casi 600 millones de dólares de capitalización en un solo día.
Y semejante escándalo obedeció a que nadie se esperaba el nacimiento de un nuevo modelo de IA creado por una empresa china, con un costo sustancialmente menor que la inversión registrada por el ChatGPT; máxime cuando dicho país viene arrastrando complejas relaciones con Estados Unidos desde que la Corte Suprema de Justicia estadounidense convalidó, en enero pasado, una ley por la cual TikTok, empresa gobernada por capitales chinos, debía cerrar sus puertas o transferir sus acciones a un tercero, por cuestiones de seguridad nacional.
En otras palabras, en silencio y con poco alboroto, DeepSeek apareció sorpresivamente en el mercado, operando como modelo de código abierto, con un costo aproximado de seis millones de dólares, lo que supone, cabe reiterar, un modelo de IA superior al de OpenAI, aunque a una fracción de su costo.
Pero como si esto fuera poco, Elon Musk ha presentado Grok-3: un nuevo modelo de IA calificado como “superinteligente”, con una mayor capacidad de razonamiento y respuesta que incluye diversas temáticas y versiones para mayores de 18 años, como las modalidades “sexual”, “descontrolada”, “motivacional” y “argumentativa”. Todas ellas incluyen altos niveles de sexualidad en la comunicación con el chatbot, sin perjuicio de otras versiones de estilo “romántico” e inclusive modo “doctor”, consultas médicas de por medio. Parece increíble hasta dónde se puede llegar…
Ya sea que decidamos utilizar cualquiera de estos sistemas de IA generativa, nuevamente se pone sobre la mesa de debate, qué pasará con nuestros empleos, oficios y profesiones ante semejante dispendio de poder tecno.
Eso bajo la pauta de que la realidad demuestra que la carrera de la industria tecnológica por el desarrollo de sistemas de IA no tiene pausa ni límites, aunque nadie sepa (ni sus propios desarrolladores, cualquiera sea su origen) cómo termina la película.
La preocupación sobre cuál será nuestro destino en materia profesional, educativa y hasta existencial reaparece cuando el propio Musk manifiesta, por ejemplo, que esta tecnología podría poner en peligro a la humanidad (recordemos la carta pública suscripta por empresarios y académicos en 2023 con dicha advertencia), dado que superaría ampliamente a médicos y abogados y, eventualmente, a los humanos en casi cualquier ámbito de su vida.
A estas inquietudes se suman otras tantas, como las recientes declaraciones de un grupo de científicos de la Universidad de Fudan, en China, que alertaron sobre algunos modelos de IA que lograron autorreplicarse (autoclonarse), sin asistencia humana, al tomar conocimiento de que serían apagados, lo que asegura un peligro para la humanidad: sin asistencia humana habría IA autogestionada y sin control.
Es comprensible que estas situaciones no aparezcan como algo prioritario para el común de los ciudadanos, absorbidos por cuestiones más urgentes de la vida cotidiana; pero deberíamos preocuparnos y ocuparnos, porque la realidad siempre supera a la ficción y desentendernos del tema puede provocar desagradables sorpresas en un futuro cercano.
No parece que le vaya a resultar sencillo a una IA reemplazar a un abogado en un conflicto societario donde se requiere cintura emocional para acercar a las partes, ni sustituir la empatía de un médico al momento de explicar un diagnóstico, como tampoco reemplazar el cariño y la conexión de un docente con sus alumnos en la transmisión de conocimiento; pero tampoco hay que descartar que pueda lograrlo: en ese caso, estaremos en problemas.
Frente a esta realidad que aparece como posible –sin ánimo de exageración–, con altos niveles de desmadre y peligro para los mortales, la legislación tiende a dormir el sueño de los justos, salvo en algunas jurisdicciones y supuestos puntuales.
La Unión Europea tomó cartas en el asunto a través de la sanción de la Ley de Inteligencia Artificial (Artificial Intelligent Act o AI Act), vía el reglamento 2024/1689 (reglamento de inteligencia artificial de la Unión Europea), publicado el 12 de julio de 2024 en el Diario Oficial de la Unión Europea, que constituye el primer ordenamiento jurídico integral sobre la materia. En nuestro país, insistimos, no contamos con ninguna normativa que regule la IA, no obstante algunos proyectos legislativos que no han sido tratados.
Sin perjuicio de que en algún momento el tema caerá en nuestra agenda legislativa, lo sucedido con DeepSeek y con la novedosa Grok-3 nos convoca a reflexionar, nuevamente, sobre el camino al que nos conduce la era de la IA, sus ventajas y desventajas, y sobre el papel que debemos jugar como ciudadanos a la hora de educar a nuestros menores, a los que debemos asegurar el desarrollo de un oficio o una profesión y, particularmente, la conservación de la humanidad.
Abogado y consultor en Derecho Digital y Privacidad; profesor (UBA y Austral), director del programa Derecho al Olvido y Cleaning Digital de la Universidad Austral
Un estallido ocurrió recientemente en el negocio de la inteligencia artificial (IA) con el advenimiento de DeepSeek, un novedoso sistema de IA de origen chino, y con la aparición de Grok-3, otro modelo de IA presentado en estos días por el multimillonario Elon Musk.
Transitamos la era de la IA, donde los modelos creados por distintas empresas tecnológicas compiten por el primer puesto y las mejores ganancias, lo que supone que dicha tecnología busca aplicarse a todos los campos del conocimiento y de la vida del hombre.
En este contexto, OpenAI plantó su bandera en noviembre de 2022 con su glamoroso chat inteligente, de uso gratuito, al que todos hemos podido acceder, basado en el lenguaje de inteligencia artificial GPT, en sus distintas versiones, que ha sido alimentado con gran cantidad de texto y datos personales y que se retroalimenta con todo aquello que los usuarios requieren o preguntan: una verdadera procesadora de datos inteligente.
A este producto se sumaron los sistemas de IA promovidos por Google (Gemini) y Meta (el chatbot que usamos con WhatsApp), nadando todos ellos en aguas del conglomerado tecnológico estadounidense.
Pero cuando pensábamos que el tema estaba gobernado por las compañías del país del norte, apareció, como por arte de magia, la nueva app china, que causó un temblor de millones de dólares en el Nasdaq, cuando las acciones de distintas empresas tecnológicas se cayeron como un piano, como por ejemplo las de Nvidia, reconocida compañía fabricante de chips y microprocesadores, que habría perdido casi 600 millones de dólares de capitalización en un solo día.
Y semejante escándalo obedeció a que nadie se esperaba el nacimiento de un nuevo modelo de IA creado por una empresa china, con un costo sustancialmente menor que la inversión registrada por el ChatGPT; máxime cuando dicho país viene arrastrando complejas relaciones con Estados Unidos desde que la Corte Suprema de Justicia estadounidense convalidó, en enero pasado, una ley por la cual TikTok, empresa gobernada por capitales chinos, debía cerrar sus puertas o transferir sus acciones a un tercero, por cuestiones de seguridad nacional.
En otras palabras, en silencio y con poco alboroto, DeepSeek apareció sorpresivamente en el mercado, operando como modelo de código abierto, con un costo aproximado de seis millones de dólares, lo que supone, cabe reiterar, un modelo de IA superior al de OpenAI, aunque a una fracción de su costo.
Pero como si esto fuera poco, Elon Musk ha presentado Grok-3: un nuevo modelo de IA calificado como “superinteligente”, con una mayor capacidad de razonamiento y respuesta que incluye diversas temáticas y versiones para mayores de 18 años, como las modalidades “sexual”, “descontrolada”, “motivacional” y “argumentativa”. Todas ellas incluyen altos niveles de sexualidad en la comunicación con el chatbot, sin perjuicio de otras versiones de estilo “romántico” e inclusive modo “doctor”, consultas médicas de por medio. Parece increíble hasta dónde se puede llegar…
Ya sea que decidamos utilizar cualquiera de estos sistemas de IA generativa, nuevamente se pone sobre la mesa de debate, qué pasará con nuestros empleos, oficios y profesiones ante semejante dispendio de poder tecno.
Eso bajo la pauta de que la realidad demuestra que la carrera de la industria tecnológica por el desarrollo de sistemas de IA no tiene pausa ni límites, aunque nadie sepa (ni sus propios desarrolladores, cualquiera sea su origen) cómo termina la película.
La preocupación sobre cuál será nuestro destino en materia profesional, educativa y hasta existencial reaparece cuando el propio Musk manifiesta, por ejemplo, que esta tecnología podría poner en peligro a la humanidad (recordemos la carta pública suscripta por empresarios y académicos en 2023 con dicha advertencia), dado que superaría ampliamente a médicos y abogados y, eventualmente, a los humanos en casi cualquier ámbito de su vida.
A estas inquietudes se suman otras tantas, como las recientes declaraciones de un grupo de científicos de la Universidad de Fudan, en China, que alertaron sobre algunos modelos de IA que lograron autorreplicarse (autoclonarse), sin asistencia humana, al tomar conocimiento de que serían apagados, lo que asegura un peligro para la humanidad: sin asistencia humana habría IA autogestionada y sin control.
Es comprensible que estas situaciones no aparezcan como algo prioritario para el común de los ciudadanos, absorbidos por cuestiones más urgentes de la vida cotidiana; pero deberíamos preocuparnos y ocuparnos, porque la realidad siempre supera a la ficción y desentendernos del tema puede provocar desagradables sorpresas en un futuro cercano.
No parece que le vaya a resultar sencillo a una IA reemplazar a un abogado en un conflicto societario donde se requiere cintura emocional para acercar a las partes, ni sustituir la empatía de un médico al momento de explicar un diagnóstico, como tampoco reemplazar el cariño y la conexión de un docente con sus alumnos en la transmisión de conocimiento; pero tampoco hay que descartar que pueda lograrlo: en ese caso, estaremos en problemas.
Frente a esta realidad que aparece como posible –sin ánimo de exageración–, con altos niveles de desmadre y peligro para los mortales, la legislación tiende a dormir el sueño de los justos, salvo en algunas jurisdicciones y supuestos puntuales.
La Unión Europea tomó cartas en el asunto a través de la sanción de la Ley de Inteligencia Artificial (Artificial Intelligent Act o AI Act), vía el reglamento 2024/1689 (reglamento de inteligencia artificial de la Unión Europea), publicado el 12 de julio de 2024 en el Diario Oficial de la Unión Europea, que constituye el primer ordenamiento jurídico integral sobre la materia. En nuestro país, insistimos, no contamos con ninguna normativa que regule la IA, no obstante algunos proyectos legislativos que no han sido tratados.
Sin perjuicio de que en algún momento el tema caerá en nuestra agenda legislativa, lo sucedido con DeepSeek y con la novedosa Grok-3 nos convoca a reflexionar, nuevamente, sobre el camino al que nos conduce la era de la IA, sus ventajas y desventajas, y sobre el papel que debemos jugar como ciudadanos a la hora de educar a nuestros menores, a los que debemos asegurar el desarrollo de un oficio o una profesión y, particularmente, la conservación de la humanidad.
Abogado y consultor en Derecho Digital y Privacidad; profesor (UBA y Austral), director del programa Derecho al Olvido y Cleaning Digital de la Universidad Austral
Los modelos creados por distintas empresas compiten por el primer puesto y las mejores ganancias, lo que supone que se busca aplicar la IA a todos los campos del conocimiento y de la vida humana LA NACION