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Independiente quiso ganar por obligación y Racing estuvo cerca por sabiduría: el 1-1 dejó al clásico en paz

Sentirse por unos meses el mejor del barrio, o de la ciudad en el caso de Avellaneda, es uno de los tantos rasgos de masculinidad brutal que mantienen su vigencia más allá de la saludable incorporación de la mujer al fútbol, y no se trata de un asunto menor. La tentación de mostrarse más poderoso que el vecino suele generar, al menos en la Argentina, un nivel de tensión exagerado, superior al de cualquier otro partido y no siempre fácil de digerir para protagonistas e hinchas.

Independiente y Racing ofrecieron un nuevo capítulo de la serie que podría escribirse sobre el valor de la psicología y el manejo de la tensión ambiental en el deporte.

A su buen andar en el torneo y su larga racha sin derrotas como local, el Rojo le agregó una “excusa” extra a la hora de encarar el clásico: la necesidad de gritar un retruco ante las recientes copas ganadas por su rival, como para dejar en claro que al menos en ese aspecto su supremacía sigue intacta. Las tribunas montaron una fiesta descomunal antes del arranque, pero al equipo le costaría una enormidad trasladarla al césped.

Independiente v Racing - Torneo apertura -16 de marzo 2025

La Academia vive una actualidad diferente. Se sabe más en estos tiempos, no tiene urgencias, y si bien un triunfo en el Bochini hubiera significado una mojada de oreja de las que no se olvidan, no existía en su caso un mandato de victoria imperiosa y el 1-1 final acabó cayéndole mucho más satisfactorio que al dueño de casa.

La disparidad de actitud mental dijo presente desde la segunda jugada del partido (en la primera, a los 30 segundos, Álvaro Angulo llegó hasta el fondo a pura potencia y provocó un córner que quiso ser presagio de un vendaval que demoraría más de una hora en desatarse). Había en la cancha un equipo firme y tranquilo, el vestido de celeste y blanco, que se quitó de encima el recibimiento hostil sin mayores esfuerzos; y otro alterado por la tácita obligación que bajaba desde las gradas, por momentos con gritos; por minutos, atenazado por el silencio que puede cerrar las gargantas.

Lo mejor del partido

El Rojo jugó un primer tiempo disperso en lo posicional, atado en el aspecto ofensivo y más errático que de costumbre en lo individual, incluso en aquellos jugadores que no suelen fallar, como Kevin Lomónaco o Felipe Loyola. Quiso encerrar a Racing a base de centros desde los costados, y logró que crecieran Marco Di Césare y especialmente Nazareno Colombo, ganadores de cuanto balón cayese por el aire. Intentó ir por abajo y se encontró con la telaraña que creaban Santiago Sosa, Juan Nardoni, Agustín Almendra, Santiago Solari y los dos laterales. Se mareó al ver que lo planificado no salía y fue aumentando el volumen de sus errores.

Había sorprendido Gustavo Costas con la posición de Sosa, ubicado esta vez como volante central y dedicado a tapar -y anular- a Lautaro Millán, lo que permitió el lucimiento de Nardoni, ganando cada duelo físico y contagiando a sus compañeros para aprovechar el desbalance emocional del local y quedarse con cada pelota dividida. Así llegó el gol de Gastón Martirena a los 20, tras una corajeada de Nardoni en los alrededores de la medialuna, que pasó por la izquierda y derivó en pies del uruguayo casi por casualidad. De esa manera fue marcando esas diferencias de calidad a su favor que había destacado Ricardo Bochini en la previa. Apenas asustaba el anfitrión con sus centros, controlaba el mediocampo el visitante, y asustaba en cada salida de contra.

Angulo ante Martirena, los autores de ambos goles del clásico

En esas circunstancias, Independiente tiene un as de espadas. Rodrigo Rey, que cumplió el centenar de partidos consecutivos en el club, le ahogó el grito por una vez a Maximiliano Salas y por dos a Sosa antes del descanso, dándole a su equipo una vida extra que sabría hacer valer en la segunda mitad.

De la misma manera que los dirigidos por Julio Vaccari quedaron groggys durante un largo rato con la desventaja en contra, a los hinchas les costó reaccionar ante el golpe. Los de afuera se reacomodaron y recobraron fuerzas en el entretiempo; en el banco reaccionó el técnico. Volvieron los cantos y pisó el césped Luciano Cabral, sin duda el futbolista más lúcido y lucido del plantel Rojo.

La pelea entre Marcone y Maravilla Martínez; Barrios intenta separar

La suplencia del 10 en los partidos que pintan más físicos que bien jugados promete ser un tema de debate constante en Independiente. Cabral la pide, se destapa, pone el balón bajo la suela y piensa. Es cierto, pierde cuando le plantean luchas cuerpo a cuerpo y no siempre ejecuta con idéntica justeza, pero le otorga al juego el toque de inventiva y claridad que no pueden darle sus compañeros, pese al empeño que ponen entre otros Santiago Montiel o Millán.

De la mano de Cabral, con el fervor que rodaba desde las tribunas, y ayudado porque la merma física y los cambios dispuestos por Gustavo Costas, el Rojo fue apretando a Racing cada vez más en torno a su área y comenzó a merodear una igualdad que consiguió en una acción que elaboraron sus dos mejores jugadores -Cabral y Angulo- y en la que fallaron en simultáneo Di Césare y Gabriel Arias. La fe del colombiano se coló entre ambos y con un toque suave de cabeza puso las tablas.

Lomónaco, defensor de Independiente, se impone a Salas

Independiente siempre quiso más. Antes del silbato inicial de Nicolás Ramírez y en el cuarto de hora posterior al empate. No tuvo el equilibrio psicológico imprescindible en los 45 iniciales, ni la justeza necesaria para perforar la nutrida defensa blanquiceleste en el cierre. El 1 a 1 le valió al menos para sostener la punta en la zona B.

A la Academia el empate le dejó un mejor sabor. No mejora su situación en la tabla de posiciones y prolonga su racha sin victorias, pero dadas las circunstancias físicas con las que arribó al clásico le alcanzó para impedir la fiesta que había previsto su vecino.

El barrio, o mejor dicho la ciudad, deberá esperar al segundo semestre para conocer a su mandamás en 2025.

Sentirse por unos meses el mejor del barrio, o de la ciudad en el caso de Avellaneda, es uno de los tantos rasgos de masculinidad brutal que mantienen su vigencia más allá de la saludable incorporación de la mujer al fútbol, y no se trata de un asunto menor. La tentación de mostrarse más poderoso que el vecino suele generar, al menos en la Argentina, un nivel de tensión exagerado, superior al de cualquier otro partido y no siempre fácil de digerir para protagonistas e hinchas.

Independiente y Racing ofrecieron un nuevo capítulo de la serie que podría escribirse sobre el valor de la psicología y el manejo de la tensión ambiental en el deporte.

A su buen andar en el torneo y su larga racha sin derrotas como local, el Rojo le agregó una “excusa” extra a la hora de encarar el clásico: la necesidad de gritar un retruco ante las recientes copas ganadas por su rival, como para dejar en claro que al menos en ese aspecto su supremacía sigue intacta. Las tribunas montaron una fiesta descomunal antes del arranque, pero al equipo le costaría una enormidad trasladarla al césped.

Independiente v Racing - Torneo apertura -16 de marzo 2025

La Academia vive una actualidad diferente. Se sabe más en estos tiempos, no tiene urgencias, y si bien un triunfo en el Bochini hubiera significado una mojada de oreja de las que no se olvidan, no existía en su caso un mandato de victoria imperiosa y el 1-1 final acabó cayéndole mucho más satisfactorio que al dueño de casa.

La disparidad de actitud mental dijo presente desde la segunda jugada del partido (en la primera, a los 30 segundos, Álvaro Angulo llegó hasta el fondo a pura potencia y provocó un córner que quiso ser presagio de un vendaval que demoraría más de una hora en desatarse). Había en la cancha un equipo firme y tranquilo, el vestido de celeste y blanco, que se quitó de encima el recibimiento hostil sin mayores esfuerzos; y otro alterado por la tácita obligación que bajaba desde las gradas, por momentos con gritos; por minutos, atenazado por el silencio que puede cerrar las gargantas.

Lo mejor del partido

El Rojo jugó un primer tiempo disperso en lo posicional, atado en el aspecto ofensivo y más errático que de costumbre en lo individual, incluso en aquellos jugadores que no suelen fallar, como Kevin Lomónaco o Felipe Loyola. Quiso encerrar a Racing a base de centros desde los costados, y logró que crecieran Marco Di Césare y especialmente Nazareno Colombo, ganadores de cuanto balón cayese por el aire. Intentó ir por abajo y se encontró con la telaraña que creaban Santiago Sosa, Juan Nardoni, Agustín Almendra, Santiago Solari y los dos laterales. Se mareó al ver que lo planificado no salía y fue aumentando el volumen de sus errores.

Había sorprendido Gustavo Costas con la posición de Sosa, ubicado esta vez como volante central y dedicado a tapar -y anular- a Lautaro Millán, lo que permitió el lucimiento de Nardoni, ganando cada duelo físico y contagiando a sus compañeros para aprovechar el desbalance emocional del local y quedarse con cada pelota dividida. Así llegó el gol de Gastón Martirena a los 20, tras una corajeada de Nardoni en los alrededores de la medialuna, que pasó por la izquierda y derivó en pies del uruguayo casi por casualidad. De esa manera fue marcando esas diferencias de calidad a su favor que había destacado Ricardo Bochini en la previa. Apenas asustaba el anfitrión con sus centros, controlaba el mediocampo el visitante, y asustaba en cada salida de contra.

Angulo ante Martirena, los autores de ambos goles del clásico

En esas circunstancias, Independiente tiene un as de espadas. Rodrigo Rey, que cumplió el centenar de partidos consecutivos en el club, le ahogó el grito por una vez a Maximiliano Salas y por dos a Sosa antes del descanso, dándole a su equipo una vida extra que sabría hacer valer en la segunda mitad.

De la misma manera que los dirigidos por Julio Vaccari quedaron groggys durante un largo rato con la desventaja en contra, a los hinchas les costó reaccionar ante el golpe. Los de afuera se reacomodaron y recobraron fuerzas en el entretiempo; en el banco reaccionó el técnico. Volvieron los cantos y pisó el césped Luciano Cabral, sin duda el futbolista más lúcido y lucido del plantel Rojo.

La pelea entre Marcone y Maravilla Martínez; Barrios intenta separar

La suplencia del 10 en los partidos que pintan más físicos que bien jugados promete ser un tema de debate constante en Independiente. Cabral la pide, se destapa, pone el balón bajo la suela y piensa. Es cierto, pierde cuando le plantean luchas cuerpo a cuerpo y no siempre ejecuta con idéntica justeza, pero le otorga al juego el toque de inventiva y claridad que no pueden darle sus compañeros, pese al empeño que ponen entre otros Santiago Montiel o Millán.

De la mano de Cabral, con el fervor que rodaba desde las tribunas, y ayudado porque la merma física y los cambios dispuestos por Gustavo Costas, el Rojo fue apretando a Racing cada vez más en torno a su área y comenzó a merodear una igualdad que consiguió en una acción que elaboraron sus dos mejores jugadores -Cabral y Angulo- y en la que fallaron en simultáneo Di Césare y Gabriel Arias. La fe del colombiano se coló entre ambos y con un toque suave de cabeza puso las tablas.

Lomónaco, defensor de Independiente, se impone a Salas

Independiente siempre quiso más. Antes del silbato inicial de Nicolás Ramírez y en el cuarto de hora posterior al empate. No tuvo el equilibrio psicológico imprescindible en los 45 iniciales, ni la justeza necesaria para perforar la nutrida defensa blanquiceleste en el cierre. El 1 a 1 le valió al menos para sostener la punta en la zona B.

A la Academia el empate le dejó un mejor sabor. No mejora su situación en la tabla de posiciones y prolonga su racha sin victorias, pero dadas las circunstancias físicas con las que arribó al clásico le alcanzó para impedir la fiesta que había previsto su vecino.

El barrio, o mejor dicho la ciudad, deberá esperar al segundo semestre para conocer a su mandamás en 2025.

 El Rojo y la Academia ofrecieron un nuevo capítulo de la serie que podría escribirse sobre el valor de la psicología y el manejo de la tensión ambiental en el deporte  LA NACION

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