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Liberar animales. Cómo es el detrás de escena de cada retorno a la vida silvestre

Después de recorrer más de 3000 kilómetros desde Buenos Aires, Pupy llegó este viernes al santuario de elefantes en el Mato Grosso. La estructura que la había transportado fue bajada con una grúa y apoyada suavemente sobre la tierra colorada del predio. Nueve horas después de su arribo, sin apuro y rodeada por quienes la acompañaron durante décadas, la elefanta salió de la caja. La esperaban frutas, agua, montículos de tierra y ramas frescas. El momento fue registrado en video. Así comenzó su nueva vida en libertad, tras más de treinta años de encierro. El traslado fue planificado durante meses y formó parte de un cambio más amplio en la forma de entender el destino de los animales silvestres.

La elefanta Pupy llegó este viernes al Global Sanctuary for Elephants, en el Mato Grosso, Brasil

No fue el único caso. A cientos de kilómetros al norte, una yaguareté criada en condiciones controladas se adaptaba a los ritmos del monte chaqueño. Keraná fue la primera hembra de su especie liberada en el Parque Nacional El Impenetrable el 18 de marzo de 2024, después de más de 35 años sin registros en libertad. La acompañó Nalá, otra hembra de cuatro años, que fue liberada en agosto de ese mismo año. Ambas fueron equipadas con collares satelitales para su monitoreo y observadas por equipos técnicos que registraron su alimentación, movimiento y comportamiento frente a otros animales. El plan, impulsado por la Fundación Rewilding Argentina y la Administración de Parques Nacionales, apunta a restaurar el equilibrio de un ecosistema degradado. No se trata solo de devolver animales al monte, sino de reinsertar funciones ecológicas perdidas.

En otro punto del país, una tortuga marina que vivió durante muchos años en el Aquarium de Mar del Plata fue devuelta al océano. Había llegado herida siendo juvenil. Durante su estadía, Jorge, como fue bautizado el ejemplar, se adaptó a un entorno artificial, aunque mantuvo reflejos instintivos. Antes de su liberación, fue trasladada a un recinto con agua salada, luz natural y arena. Fue liberada al sur de la ciudad, durante una jornada sin visitantes. “Tocó el agua y no la vimos más”, contaron los técnicos. El animal nadó sin vacilaciones hasta desaparecer entre las olas. El regreso fue silencioso, pero marcó el fin de una etapa para el equipo que la cuidó durante décadas. La liberación ocurrió el 11 de abril de 2025. En este caso, Jorge porta un chip geolocalizador que permite seguir su trayectoria en el mar, ya que se espera que alcance las costas de Brasil.

Después deaños en cautiverio, el personal de La Fundacion Aquarium Mar del Plata liberó al tortugo Jorge frente a las costas de Mar del Plata

Casos como el de esta tortuga reflejan lo complejo que puede ser el regreso a un entorno natural tras una vida bajo cuidado humano. Liberar a un animal supone reconstruir lo que el encierro interrumpió. Es una etapa en la que el ejemplar debe recuperar conductas naturales, enfrentar estímulos desconocidos y adaptarse a un entorno al que ya no pertenece del todo. El regreso a la vida silvestre exige más que salud física: requiere habilidades de supervivencia, autonomía en la alimentación y capacidad para evitar riesgos.

Cada liberación está precedida por diagnósticos clínicos veterinarios, procesos de rehabilitación, planes de monitoreo y análisis del entorno. Las instituciones que participan en estos operativos trabajan con protocolos específicos que evalúan no solo la viabilidad del traslado, sino también la adaptación posterior. Reinsertar un animal en su hábitat no garantiza su permanencia, pero le permite una oportunidad de retomar una vida libre, bajo sus propias reglas.

Liberaron a un pingüino rey tras una extensa rehabilitación

Un ejemplo similar es el de un pingüino rey hallado herido en las costas de Pinamar, con lesiones compatibles con mordeduras de perros. Fue asistido por el Centro de Rehabilitación de la Fundación Mundo Marino, en San Clemente del Tuyú, donde permaneció durante más de seis meses. Se trata de una especie que habita zonas subantárticas y cuya aparición en el litoral bonaerense es poco frecuente. Tras su recuperación, fue trasladado en una embarcación y liberado mar adentro, lejos de la costa y de posibles amenazas. La escena fue breve. Volvió al agua con movimientos decididos y se alejó de la embarcación sin mirar atrás.

Diagnósticos y tiempo

Cada uno de estos casos pone en evidencia que liberar un animal no es simplemente abrir una jaula. El proceso implica evaluaciones de salud, diagnósticos conductuales, verificación del estado del hábitat de destino, articulación entre instituciones y, sobre todo, tiempo. Los animales deben aprender o recuperar comportamientos silvestres. No todos lo logran. Algunos nacieron en cautiverio y no reconocen amenazas ni saben cómo alimentarse por sus propios medios. La reinserción también depende del contexto ambiental, del acceso al alimento, del comportamiento de la especie y del nivel de intervención humana en la región. No se trata de liberar por liberar. Cada caso requiere una evaluación minuciosa.

Un ejemplo de esa complejidad fue el traslado de los diez osos pardos que habitaban en el exzoo de Mendoza. En noviembre de 2019, fueron derivados al santuario The Wild Animal Sanctuary, en Keenesburg, Colorado, Estados Unidos. Estos ejemplares, nacidos en cautiverio, habían pasado más de dos décadas en recintos de cemento y rejas, condiciones completamente ajenas a su entorno natural. El operativo de traslado demandó más de dos años de planificación y fue parte del Plan de Derivaciones de Animales Exóticos impulsado por el Ecoparque Mendoza, con el acompañamiento de organizaciones como Enfoque Animal y la Fundación Franz Weber.

Entre los osos trasladados se encontraba Athila, quien, tras un intento de escape en el año 2000, fue confinado durante casi 20 años en un pequeño recinto tipo fosa, oculto al público. Hoy, los diez osos se encuentran en más de 4.000 hectáreas de suelo natural, donde conviven con otros grandes carnívoros y reciben atención especializada que les permite experimentar una vida más acorde a sus necesidades.

Fuerzas para volar

En otros casos, el regreso a la naturaleza es más rápido, pero también requiere una intervención precisa. En septiembre de 2023, un cóndor andino fue hallado inmóvil por dos andinistas en el Parque Provincial Cordón del Plata, en Mendoza. Fue rescatado y trasladado a la Fundación Cullunche, donde se le diagnosticó una intoxicación por compuestos fosforados. Tenía bajo peso y presentaba dificultades respiratorias. Tras casi dos meses de tratamiento, logró recuperar la fuerza para volar. Una vez recuperado, fue liberado en el mismo sitio donde había sido encontrado. Las autoridades destacaron la articulación entre ciudadanos, guardaparques y profesionales como factor clave en su recuperación.

Tras vivir años en el exzoo de Mendoza, un cóndor fue liberado en la Cordillera de los Andes

Estas historias no solo restauran vínculos entre animales y su entorno. También interpelan la relación entre humanos y fauna silvestre. Cada ejemplar que regresa lo hace tras una larga cadena de acciones humanas: rescate, asistencia, evaluación, seguimiento. La reintroducción no es solo un acto biológico, sino también una forma de reparación. La historia de Pupy fue una. La de Keraná, Nalá, el pingüino, la tortuga, el cóndor y los osos fueron otras. Todas comparten un punto en común: el regreso. Un regreso que implica distancia, autonomía y una oportunidad de empezar otra vez.

Después de recorrer más de 3000 kilómetros desde Buenos Aires, Pupy llegó este viernes al santuario de elefantes en el Mato Grosso. La estructura que la había transportado fue bajada con una grúa y apoyada suavemente sobre la tierra colorada del predio. Nueve horas después de su arribo, sin apuro y rodeada por quienes la acompañaron durante décadas, la elefanta salió de la caja. La esperaban frutas, agua, montículos de tierra y ramas frescas. El momento fue registrado en video. Así comenzó su nueva vida en libertad, tras más de treinta años de encierro. El traslado fue planificado durante meses y formó parte de un cambio más amplio en la forma de entender el destino de los animales silvestres.

La elefanta Pupy llegó este viernes al Global Sanctuary for Elephants, en el Mato Grosso, Brasil

No fue el único caso. A cientos de kilómetros al norte, una yaguareté criada en condiciones controladas se adaptaba a los ritmos del monte chaqueño. Keraná fue la primera hembra de su especie liberada en el Parque Nacional El Impenetrable el 18 de marzo de 2024, después de más de 35 años sin registros en libertad. La acompañó Nalá, otra hembra de cuatro años, que fue liberada en agosto de ese mismo año. Ambas fueron equipadas con collares satelitales para su monitoreo y observadas por equipos técnicos que registraron su alimentación, movimiento y comportamiento frente a otros animales. El plan, impulsado por la Fundación Rewilding Argentina y la Administración de Parques Nacionales, apunta a restaurar el equilibrio de un ecosistema degradado. No se trata solo de devolver animales al monte, sino de reinsertar funciones ecológicas perdidas.

En otro punto del país, una tortuga marina que vivió durante muchos años en el Aquarium de Mar del Plata fue devuelta al océano. Había llegado herida siendo juvenil. Durante su estadía, Jorge, como fue bautizado el ejemplar, se adaptó a un entorno artificial, aunque mantuvo reflejos instintivos. Antes de su liberación, fue trasladada a un recinto con agua salada, luz natural y arena. Fue liberada al sur de la ciudad, durante una jornada sin visitantes. “Tocó el agua y no la vimos más”, contaron los técnicos. El animal nadó sin vacilaciones hasta desaparecer entre las olas. El regreso fue silencioso, pero marcó el fin de una etapa para el equipo que la cuidó durante décadas. La liberación ocurrió el 11 de abril de 2025. En este caso, Jorge porta un chip geolocalizador que permite seguir su trayectoria en el mar, ya que se espera que alcance las costas de Brasil.

Después deaños en cautiverio, el personal de La Fundacion Aquarium Mar del Plata liberó al tortugo Jorge frente a las costas de Mar del Plata

Casos como el de esta tortuga reflejan lo complejo que puede ser el regreso a un entorno natural tras una vida bajo cuidado humano. Liberar a un animal supone reconstruir lo que el encierro interrumpió. Es una etapa en la que el ejemplar debe recuperar conductas naturales, enfrentar estímulos desconocidos y adaptarse a un entorno al que ya no pertenece del todo. El regreso a la vida silvestre exige más que salud física: requiere habilidades de supervivencia, autonomía en la alimentación y capacidad para evitar riesgos.

Cada liberación está precedida por diagnósticos clínicos veterinarios, procesos de rehabilitación, planes de monitoreo y análisis del entorno. Las instituciones que participan en estos operativos trabajan con protocolos específicos que evalúan no solo la viabilidad del traslado, sino también la adaptación posterior. Reinsertar un animal en su hábitat no garantiza su permanencia, pero le permite una oportunidad de retomar una vida libre, bajo sus propias reglas.

Liberaron a un pingüino rey tras una extensa rehabilitación

Un ejemplo similar es el de un pingüino rey hallado herido en las costas de Pinamar, con lesiones compatibles con mordeduras de perros. Fue asistido por el Centro de Rehabilitación de la Fundación Mundo Marino, en San Clemente del Tuyú, donde permaneció durante más de seis meses. Se trata de una especie que habita zonas subantárticas y cuya aparición en el litoral bonaerense es poco frecuente. Tras su recuperación, fue trasladado en una embarcación y liberado mar adentro, lejos de la costa y de posibles amenazas. La escena fue breve. Volvió al agua con movimientos decididos y se alejó de la embarcación sin mirar atrás.

Diagnósticos y tiempo

Cada uno de estos casos pone en evidencia que liberar un animal no es simplemente abrir una jaula. El proceso implica evaluaciones de salud, diagnósticos conductuales, verificación del estado del hábitat de destino, articulación entre instituciones y, sobre todo, tiempo. Los animales deben aprender o recuperar comportamientos silvestres. No todos lo logran. Algunos nacieron en cautiverio y no reconocen amenazas ni saben cómo alimentarse por sus propios medios. La reinserción también depende del contexto ambiental, del acceso al alimento, del comportamiento de la especie y del nivel de intervención humana en la región. No se trata de liberar por liberar. Cada caso requiere una evaluación minuciosa.

Un ejemplo de esa complejidad fue el traslado de los diez osos pardos que habitaban en el exzoo de Mendoza. En noviembre de 2019, fueron derivados al santuario The Wild Animal Sanctuary, en Keenesburg, Colorado, Estados Unidos. Estos ejemplares, nacidos en cautiverio, habían pasado más de dos décadas en recintos de cemento y rejas, condiciones completamente ajenas a su entorno natural. El operativo de traslado demandó más de dos años de planificación y fue parte del Plan de Derivaciones de Animales Exóticos impulsado por el Ecoparque Mendoza, con el acompañamiento de organizaciones como Enfoque Animal y la Fundación Franz Weber.

Entre los osos trasladados se encontraba Athila, quien, tras un intento de escape en el año 2000, fue confinado durante casi 20 años en un pequeño recinto tipo fosa, oculto al público. Hoy, los diez osos se encuentran en más de 4.000 hectáreas de suelo natural, donde conviven con otros grandes carnívoros y reciben atención especializada que les permite experimentar una vida más acorde a sus necesidades.

Fuerzas para volar

En otros casos, el regreso a la naturaleza es más rápido, pero también requiere una intervención precisa. En septiembre de 2023, un cóndor andino fue hallado inmóvil por dos andinistas en el Parque Provincial Cordón del Plata, en Mendoza. Fue rescatado y trasladado a la Fundación Cullunche, donde se le diagnosticó una intoxicación por compuestos fosforados. Tenía bajo peso y presentaba dificultades respiratorias. Tras casi dos meses de tratamiento, logró recuperar la fuerza para volar. Una vez recuperado, fue liberado en el mismo sitio donde había sido encontrado. Las autoridades destacaron la articulación entre ciudadanos, guardaparques y profesionales como factor clave en su recuperación.

Tras vivir años en el exzoo de Mendoza, un cóndor fue liberado en la Cordillera de los Andes

Estas historias no solo restauran vínculos entre animales y su entorno. También interpelan la relación entre humanos y fauna silvestre. Cada ejemplar que regresa lo hace tras una larga cadena de acciones humanas: rescate, asistencia, evaluación, seguimiento. La reintroducción no es solo un acto biológico, sino también una forma de reparación. La historia de Pupy fue una. La de Keraná, Nalá, el pingüino, la tortuga, el cóndor y los osos fueron otras. Todas comparten un punto en común: el regreso. Un regreso que implica distancia, autonomía y una oportunidad de empezar otra vez.

 El traslado de una elefanta del Ecoparque a un santuario en Brasil vuelve a poner en escena una transformación silenciosa entre el cautiverio y el hábitat natural  LA NACION

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