Los dos polos opuestos del yoga que deberías practicar en simultáneo

En tiempos donde lo inmediato se impone sobre lo profundo y lo visible sobre lo interno, elegir cómo moverse dice algo sobre uno mismo y sobre cómo quiere estar. En este sentido, el yoga, con su enorme variedad de estilos y escuelas, ofrece múltiples maneras de habitar el cuerpo y hay dos prácticas que -lejos de parecer compatibles a simple vista-, al combinarse generan un equilibrio poderoso.
Se trata del yin y el Bikram: dos variaciones dentro del campo del yoga, en las que uno trabaja desde la quietud y el calor extremo, hacia la rendición absoluta del cuerpo en distintas posiciones.
Yin yoga: la potencia de la pausa
Hay prácticas físicas que parecen no hacer nada pero que lo transforman todo. El yin yoga es una de ellas. Quietud, estiramiento profundo, introspección. No hay saltos ni secuencias dinámicas porque no se activa el músculo, sino que se lo invita a soltar.
Las posturas —sostenidas entre tres y hasta 15 minutos y la mayoría en el suelo— estimulan las capas más densas del cuerpo: ligamentos, tendones, fascias y articulaciones.
“El yin representa lo estable, pasivo y profundo”, explica Laura Arroqui, profesora con más de seis años enseñando la disciplina. “En el cuerpo, el yin se asocia con los tejidos conectivos más densos, mientras que el yang se relaciona con los músculos y el sistema circulatorio”.
Inspirado en la filosofía taoísta y el hatha yoga, el yin nació en Estados Unidos en los años 70. Hoy, se lo valora también por su impacto neurofisiológico, puesto que activa el sistema nervioso parasimpático (el que relaja, regenera, repara) y reduce el cortisol, la hormona del estrés.
“Al sotener una postura pasiva durante mucho tiempo, el cuerpo se rehidrata, el tejido se vuelve más elástico y las articulaciones recuperan su movilidad”, describe Sol Candotti, preparadora física. “Es una forma de mover sin exigir, de soltar sin debilitarse”.
El yin también se convierte, muchas veces, en un espacio de contención emocional. Valentina (37), diagnosticada con ansiedad e insomnio, cuenta: “No transpiré ni me cansé y, así y todo, puedo decir que trabajé un montón. Las posturas parecen fáciles pero te muestran todo lo que duele y está tenso en el cuerpo, y no podés escapar. Cuando terminé, sentí que algo se acomodó adentro mío”.
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Bikram yoga: el fuego como método
Del otro lado del espectro, el Bikram yoga. La práctica sucede en una sala a 40 grados con 40% de humedad, dura 90 minutos e incluye una secuencia fija de 26 posturas y dos ejercicios de respiración. Nada cambia. Ese es un poco el punto.
El calor es parte del método, explica Julia Malfitani, profesora desde hace más de diez años. La transpiración es inmediata y genera una desintoxicación profunda: se limpian órganos, tejidos, se reoxigena el cuerpo. Pero además el calor disminuye la fricción entre músculos y mejora la flexibilidad de forma segura.
“En un ambiente caluroso, las posturas y estiramientos permiten que los músculos se relajen y alarguen con mayor facilidad, reduciendo el riesgo de lesiones”, señala Sol Candotti, preparadora física. “A su vez, mejora la circulación sanguínea y la oxigenación muscular”.
Se empieza con un ejercicio de respiración profunda de pie, para oxigenar el cuerpo, seguida de una serie de posturas enfocadas en el equilibrio y la fuerza (de alrededor de 40 minutos), y luego una secuencia de posturas en el piso, orientadas a trabajar espalda y caderas (de otros 40 minutos). Concluye con un ejercicio de respiración final, que –como toda práctica de yoga– termina en savasana, acostado boca arriba. En esta última instancia suelen dejarse unos minutos para relajarse.
Candotti también argumenta que, al requerir soportar el peso del cuerpo en posiciones exigentes, el Bikram funciona como un entrenamiento de la fuerza, activando músculos profundos y promoviendo la resistencia muscular.
Por otro lado, varios estudios hablan de los beneficios del ejercicio a altas temperaturas sobre el sistema cardiovascular. Una investigación publicada en el National Institute of Health (NIH) explica: “El aumento en la respuesta de sudoración y en el flujo sanguíneo hacia la piel y la expansión del volumen plasmático logra una mayor estabilidad cardiovascular (es decir, una mejor capacidad para mantener la presión arterial y el gasto cardíaco), además de un equilibrio óptimo de fluidos y electrolitos”.
Pero no es solo físico: el Bikram entrena la mente. “El calor es desafiante a nivel mental. Hay que fortalecer la concentración para poder estar presente”, comparte Arroqui, que también lo practica. La intensidad obliga a estar. A elegir seguir. “La determinación y paciencia es mayor a la que se necesita en una clase de yoga a temperatura ambiente”.
“Lo que más remarcan los alumnos al terminar una práctica son la sensación inmediata de bienestar general, el cuerpo más liviano, fuerte y receptivo, y una calma profunda y gratitud hacia la vida”, comparte Malfitani.
Un equilibrio necesario
Uno restaura, el otro activa. Uno lleva hacia adentro, el otro demanda energía. Uno busca soltar, el otro exige sostener. Pero en ese contrapunto está la riqueza. La práctica simultánea —o intercalada— de yin y Bikram yoga potencia los beneficios de ambas y, sobre todo, amplía la conciencia corporal.
Mientras que el yin afina la escucha interna, mejora la movilidad articular, regula el sistema nervioso y genera una pausa real, especialmente útil en contextos de estrés, sobrecarga muscular o transición hormonal, el Bikram, estimula la fuerza, la resistencia y la depuración. Exige foco, transpiración y entrega.
Lejos de competir, el yin y el Bikram se complementan. Son herramientas diferentes para atravesar lo mismo: el cuerpo, el tiempo, las emociones, el presente.
Precauciones y recomendaciones
Para quienes se inician, hay que tener en cuenta ciertas recomendaciones, sobre todo en relación al Bikram:
- Hidratación previa y posterior. El calor puede llevar a deshidratación y desequilibrio de sales. Se recomienda no tomar agua en exceso durante la clase para evitar malestar.
- Evitar comidas pesadas dos horas antes.
- Ropa ligera y apta para sudar.
- En personas con presión baja o enfermedades cardiovasculares, se sugiere consultar con un profesional antes de asistir a una clase de Bikram.
El yin, en cambio, es apto para todo público, especialmente recomendado para adultos mayores, deportistas, personas con movilidad reducida y quienes buscan regular el sistema endocrino o transitan etapas hormonales como la menopausia.
En tiempos donde lo inmediato se impone sobre lo profundo y lo visible sobre lo interno, elegir cómo moverse dice algo sobre uno mismo y sobre cómo quiere estar. En este sentido, el yoga, con su enorme variedad de estilos y escuelas, ofrece múltiples maneras de habitar el cuerpo y hay dos prácticas que -lejos de parecer compatibles a simple vista-, al combinarse generan un equilibrio poderoso.
Se trata del yin y el Bikram: dos variaciones dentro del campo del yoga, en las que uno trabaja desde la quietud y el calor extremo, hacia la rendición absoluta del cuerpo en distintas posiciones.
Yin yoga: la potencia de la pausa
Hay prácticas físicas que parecen no hacer nada pero que lo transforman todo. El yin yoga es una de ellas. Quietud, estiramiento profundo, introspección. No hay saltos ni secuencias dinámicas porque no se activa el músculo, sino que se lo invita a soltar.
Las posturas —sostenidas entre tres y hasta 15 minutos y la mayoría en el suelo— estimulan las capas más densas del cuerpo: ligamentos, tendones, fascias y articulaciones.
“El yin representa lo estable, pasivo y profundo”, explica Laura Arroqui, profesora con más de seis años enseñando la disciplina. “En el cuerpo, el yin se asocia con los tejidos conectivos más densos, mientras que el yang se relaciona con los músculos y el sistema circulatorio”.
Inspirado en la filosofía taoísta y el hatha yoga, el yin nació en Estados Unidos en los años 70. Hoy, se lo valora también por su impacto neurofisiológico, puesto que activa el sistema nervioso parasimpático (el que relaja, regenera, repara) y reduce el cortisol, la hormona del estrés.
“Al sotener una postura pasiva durante mucho tiempo, el cuerpo se rehidrata, el tejido se vuelve más elástico y las articulaciones recuperan su movilidad”, describe Sol Candotti, preparadora física. “Es una forma de mover sin exigir, de soltar sin debilitarse”.
El yin también se convierte, muchas veces, en un espacio de contención emocional. Valentina (37), diagnosticada con ansiedad e insomnio, cuenta: “No transpiré ni me cansé y, así y todo, puedo decir que trabajé un montón. Las posturas parecen fáciles pero te muestran todo lo que duele y está tenso en el cuerpo, y no podés escapar. Cuando terminé, sentí que algo se acomodó adentro mío”.
@integridad.fisica libera tu estrés con la practica del yin yoga #yinyoga #yogabienestar #reducirestres #yogaparaelestres #yogaparatodos #calmarelestres #yogaonline
Bikram yoga: el fuego como método
Del otro lado del espectro, el Bikram yoga. La práctica sucede en una sala a 40 grados con 40% de humedad, dura 90 minutos e incluye una secuencia fija de 26 posturas y dos ejercicios de respiración. Nada cambia. Ese es un poco el punto.
El calor es parte del método, explica Julia Malfitani, profesora desde hace más de diez años. La transpiración es inmediata y genera una desintoxicación profunda: se limpian órganos, tejidos, se reoxigena el cuerpo. Pero además el calor disminuye la fricción entre músculos y mejora la flexibilidad de forma segura.
“En un ambiente caluroso, las posturas y estiramientos permiten que los músculos se relajen y alarguen con mayor facilidad, reduciendo el riesgo de lesiones”, señala Sol Candotti, preparadora física. “A su vez, mejora la circulación sanguínea y la oxigenación muscular”.
Se empieza con un ejercicio de respiración profunda de pie, para oxigenar el cuerpo, seguida de una serie de posturas enfocadas en el equilibrio y la fuerza (de alrededor de 40 minutos), y luego una secuencia de posturas en el piso, orientadas a trabajar espalda y caderas (de otros 40 minutos). Concluye con un ejercicio de respiración final, que –como toda práctica de yoga– termina en savasana, acostado boca arriba. En esta última instancia suelen dejarse unos minutos para relajarse.
Candotti también argumenta que, al requerir soportar el peso del cuerpo en posiciones exigentes, el Bikram funciona como un entrenamiento de la fuerza, activando músculos profundos y promoviendo la resistencia muscular.
Por otro lado, varios estudios hablan de los beneficios del ejercicio a altas temperaturas sobre el sistema cardiovascular. Una investigación publicada en el National Institute of Health (NIH) explica: “El aumento en la respuesta de sudoración y en el flujo sanguíneo hacia la piel y la expansión del volumen plasmático logra una mayor estabilidad cardiovascular (es decir, una mejor capacidad para mantener la presión arterial y el gasto cardíaco), además de un equilibrio óptimo de fluidos y electrolitos”.
Pero no es solo físico: el Bikram entrena la mente. “El calor es desafiante a nivel mental. Hay que fortalecer la concentración para poder estar presente”, comparte Arroqui, que también lo practica. La intensidad obliga a estar. A elegir seguir. “La determinación y paciencia es mayor a la que se necesita en una clase de yoga a temperatura ambiente”.
“Lo que más remarcan los alumnos al terminar una práctica son la sensación inmediata de bienestar general, el cuerpo más liviano, fuerte y receptivo, y una calma profunda y gratitud hacia la vida”, comparte Malfitani.
Un equilibrio necesario
Uno restaura, el otro activa. Uno lleva hacia adentro, el otro demanda energía. Uno busca soltar, el otro exige sostener. Pero en ese contrapunto está la riqueza. La práctica simultánea —o intercalada— de yin y Bikram yoga potencia los beneficios de ambas y, sobre todo, amplía la conciencia corporal.
Mientras que el yin afina la escucha interna, mejora la movilidad articular, regula el sistema nervioso y genera una pausa real, especialmente útil en contextos de estrés, sobrecarga muscular o transición hormonal, el Bikram, estimula la fuerza, la resistencia y la depuración. Exige foco, transpiración y entrega.
Lejos de competir, el yin y el Bikram se complementan. Son herramientas diferentes para atravesar lo mismo: el cuerpo, el tiempo, las emociones, el presente.
Precauciones y recomendaciones
Para quienes se inician, hay que tener en cuenta ciertas recomendaciones, sobre todo en relación al Bikram:
- Hidratación previa y posterior. El calor puede llevar a deshidratación y desequilibrio de sales. Se recomienda no tomar agua en exceso durante la clase para evitar malestar.
- Evitar comidas pesadas dos horas antes.
- Ropa ligera y apta para sudar.
- En personas con presión baja o enfermedades cardiovasculares, se sugiere consultar con un profesional antes de asistir a una clase de Bikram.
El yin, en cambio, es apto para todo público, especialmente recomendado para adultos mayores, deportistas, personas con movilidad reducida y quienes buscan regular el sistema endocrino o transitan etapas hormonales como la menopausia.
Mientras el yin estimula la introspección y el descanso del sistema nervioso, el Bikram activa el cuerpo como un entrenamiento físico intenso LA NACION