Científicas argentinas logran prevenir en ratones el dolor similar al causado por la quimioterapia: una planta es la clave

Un equipo de investigadores argentinos logró, en un modelo experimental con ratones, prevenir el dolor neuropático provocado por uno de los fármacos más utilizados en quimioterapia mediante formulaciones orales de cannabis. Si bien los resultados aún deben ser validados en humanos, el estudio preclínico publicado en la revista Psychopharmacology representa un avance significativo hacia nuevas estrategias complementarias para mejorar la calidad de vida de los pacientes oncológicos. Pese al escenario prometedor, su aplicación clínica aún requerirá tiempo e inversión.
El trabajo fue realizado por el Instituto de Investigaciones en Medicina Traslacional (IIMT), una unidad de doble dependencia del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la Universidad Austral, liderado por las doctoras Delia Soriano y Florencia Coronel. En concreto, los investigadores administraron a ratones dos formulaciones de uso clínico compuestas por THC (Δ9-tetrahidrocannabinol) y CBD (cannabidiol), los principales compuestos activos de la planta de cannabis. Las dosis utilizadas fueron similares a las que ya se emplean en pacientes con otras patologías, administradas por vía oral y de grado farmacéutico.
El experimento se centró en prevenir el dolor asociado a la administración de paclitaxel, un quimioterápico comúnmente usado para tratar cáncer de mama, ovario y pulmón, que puede provocar neuropatía periférica como efecto adverso, es decir, en los nervios que están fuera del cerebro y la médula espinal. Las formulaciones utilizadas –una con proporción 1:1 de THC:CBD y otra con proporción 1:20– fueron provistas por la empresa pública jujeña Cannava SE. Los ratones tratados con cannabis no desarrollaron hipersensibilidad al tacto ni al frío, signos equivalentes al dolor que reportan los pacientes humanos bajo quimioterapia.
“Nuestro grupo fue reconocido recientemente con el premio 2024 IASP Award for Excellence in Pain Research and Management in Developing Countries, otorgado por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor”, destacó Coronel, quien encabeza una línea de investigación centrada en el dolor asociado al cáncer. “Pero la continuidad de esta investigación, al igual que muchos otros proyectos científicos en el país, se encuentra en riesgo. La falta de financiamiento sostenido compromete no solo el desarrollo de nuevas investigaciones, sino también la posibilidad de trasladar estos avances al ámbito clínico en beneficio de los pacientes”, alertó.
Una de las principales ventajas del estudio, según Coronel, es que se trabajó con formulaciones que ya se encuentran disponibles en el mercado y están aprobadas para otras patologías. “Esto acorta el proceso en comparación con desarrollar un producto completamente nuevo desde cero”, subrayó. No obstante, advirtió que aún queda mucho por investigar antes de avanzar hacia ensayos clínicos: “El próximo paso clave es comprender con mayor profundidad los mecanismos biológicos que explican el efecto protector observado en los modelos experimentales. Necesitamos saber qué células están involucradas, qué procesos se activan o se inhiben, y cómo estas formulaciones logran prevenir el daño a los nervios”.
Además del trabajo experimental en animales, el grupo del IIMT está realizando estudios clínicos que buscan dimensionar el impacto real de la neuropatía inducida por quimioterapia en la población argentina. Según datos recabados por el equipo, en pacientes con cáncer de mama tratadas con paclitaxel se observó una prevalencia del 62% de neuropatía, y casi la mitad continuaba con síntomas dos años después de finalizado el tratamiento. En personas con cáncer colorrectal tratadas con oxaliplatino, la neuropatía afectó al 73% de los pacientes, con mayor frecuencia en mujeres. En niños con cáncer hematológico tratados con vincristina, se detectó una prevalencia del 23%.
“Estos datos refuerzan la necesidad de desarrollar estrategias preventivas eficaces y el uso de fitocannabinoides es una de las alternativas más prometedoras en esa dirección”, indicó Coronel. En ese sentido, explicó que ya se están evaluando estrategias que mejoren el diagnóstico, el seguimiento y el tratamiento de este cuadro a través de estudios clínicos pioneros tanto en la Argentina como en América Latina.
Pese al potencial de estas investigaciones, Coronel señaló que aún existen numerosas barreras regulatorias que dificultan avanzar hacia ensayos clínicos controlados y aleatorizados, es decir, aquellos que comparan el tratamiento con placebo o con los estándares actuales. “La Argentina cuenta con una ley que regula el uso medicinal del cannabis, pero los procedimientos para autorizar investigaciones clínicas con derivados de esta planta siguen siendo complejos, poco claros y, en muchos casos, lentos. Esto podría demorar e incluso frenar la posibilidad de trasladar estos avances al sistema de salud”, resaltó la especialista.
Soriano, quien llevó adelante el trabajo experimental durante su formación posdoctoral, explicó que el dolor neuropático inducido por quimioterapia se genera porque estos fármacos dañan los nervios periféricos, lo que produce una activación exagerada de las fibras nerviosas responsables de la transmisión del dolor. Esto provoca una hipersensibilidad persistente al frío, al calor o al tacto, que puede afectar de manera grave la calidad de vida de los pacientes.
En ese contexto, la administración preventiva de derivados del cannabis podría representar una solución innovadora. “En este trabajo mostramos que, al administrar los cannabinoides al inicio del tratamiento con paclitaxel, logramos prevenir la aparición de estos síntomas dolorosos”, detalló Soriano. Además, las formulaciones no acentuaron otros efectos adversos de la quimioterapia ni mostraron toxicidad hepática, lo que es un dato relevante desde el punto de vista clínico.
Soriano también destacó que, a diferencia de otras investigaciones, en este estudio se utilizó un enfoque más cercano a la práctica clínica. “Muchas veces, los estudios preclínicos se hacen con extractos no estandarizados o en dosis que no son extrapolables a humanos. Nosotros usamos productos farmacéuticos ya aprobados, con dosis similares a las que se emplean en pacientes, y administradas por vía oral”, puntualizó.
Los investigadores coinciden en que, si bien los resultados son alentadores, el camino hacia su aplicación clínica aún es largo y requiere de un compromiso sostenido en términos de financiamiento, regulación y colaboración público-privada. “El cannabis medicinal tiene un enorme potencial para mejorar la calidad de vida de los pacientes oncológicos, pero todavía hay mucho que estudiar para garantizar su uso seguro y eficaz”, concluyó Soriano.
Mientras tanto, el equipo del IIMT continúa trabajando con un objetivo claro: reducir el sufrimiento de quienes atraviesan tratamientos oncológicos. “La investigación científica no solo debe apuntar a curar, sino también a cuidar. Y prevenir el dolor es una forma de cuidar que no puede seguir esperando”, resumió Coronel.
Un equipo de investigadores argentinos logró, en un modelo experimental con ratones, prevenir el dolor neuropático provocado por uno de los fármacos más utilizados en quimioterapia mediante formulaciones orales de cannabis. Si bien los resultados aún deben ser validados en humanos, el estudio preclínico publicado en la revista Psychopharmacology representa un avance significativo hacia nuevas estrategias complementarias para mejorar la calidad de vida de los pacientes oncológicos. Pese al escenario prometedor, su aplicación clínica aún requerirá tiempo e inversión.
El trabajo fue realizado por el Instituto de Investigaciones en Medicina Traslacional (IIMT), una unidad de doble dependencia del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la Universidad Austral, liderado por las doctoras Delia Soriano y Florencia Coronel. En concreto, los investigadores administraron a ratones dos formulaciones de uso clínico compuestas por THC (Δ9-tetrahidrocannabinol) y CBD (cannabidiol), los principales compuestos activos de la planta de cannabis. Las dosis utilizadas fueron similares a las que ya se emplean en pacientes con otras patologías, administradas por vía oral y de grado farmacéutico.
El experimento se centró en prevenir el dolor asociado a la administración de paclitaxel, un quimioterápico comúnmente usado para tratar cáncer de mama, ovario y pulmón, que puede provocar neuropatía periférica como efecto adverso, es decir, en los nervios que están fuera del cerebro y la médula espinal. Las formulaciones utilizadas –una con proporción 1:1 de THC:CBD y otra con proporción 1:20– fueron provistas por la empresa pública jujeña Cannava SE. Los ratones tratados con cannabis no desarrollaron hipersensibilidad al tacto ni al frío, signos equivalentes al dolor que reportan los pacientes humanos bajo quimioterapia.
“Nuestro grupo fue reconocido recientemente con el premio 2024 IASP Award for Excellence in Pain Research and Management in Developing Countries, otorgado por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor”, destacó Coronel, quien encabeza una línea de investigación centrada en el dolor asociado al cáncer. “Pero la continuidad de esta investigación, al igual que muchos otros proyectos científicos en el país, se encuentra en riesgo. La falta de financiamiento sostenido compromete no solo el desarrollo de nuevas investigaciones, sino también la posibilidad de trasladar estos avances al ámbito clínico en beneficio de los pacientes”, alertó.
Una de las principales ventajas del estudio, según Coronel, es que se trabajó con formulaciones que ya se encuentran disponibles en el mercado y están aprobadas para otras patologías. “Esto acorta el proceso en comparación con desarrollar un producto completamente nuevo desde cero”, subrayó. No obstante, advirtió que aún queda mucho por investigar antes de avanzar hacia ensayos clínicos: “El próximo paso clave es comprender con mayor profundidad los mecanismos biológicos que explican el efecto protector observado en los modelos experimentales. Necesitamos saber qué células están involucradas, qué procesos se activan o se inhiben, y cómo estas formulaciones logran prevenir el daño a los nervios”.
Además del trabajo experimental en animales, el grupo del IIMT está realizando estudios clínicos que buscan dimensionar el impacto real de la neuropatía inducida por quimioterapia en la población argentina. Según datos recabados por el equipo, en pacientes con cáncer de mama tratadas con paclitaxel se observó una prevalencia del 62% de neuropatía, y casi la mitad continuaba con síntomas dos años después de finalizado el tratamiento. En personas con cáncer colorrectal tratadas con oxaliplatino, la neuropatía afectó al 73% de los pacientes, con mayor frecuencia en mujeres. En niños con cáncer hematológico tratados con vincristina, se detectó una prevalencia del 23%.
“Estos datos refuerzan la necesidad de desarrollar estrategias preventivas eficaces y el uso de fitocannabinoides es una de las alternativas más prometedoras en esa dirección”, indicó Coronel. En ese sentido, explicó que ya se están evaluando estrategias que mejoren el diagnóstico, el seguimiento y el tratamiento de este cuadro a través de estudios clínicos pioneros tanto en la Argentina como en América Latina.
Pese al potencial de estas investigaciones, Coronel señaló que aún existen numerosas barreras regulatorias que dificultan avanzar hacia ensayos clínicos controlados y aleatorizados, es decir, aquellos que comparan el tratamiento con placebo o con los estándares actuales. “La Argentina cuenta con una ley que regula el uso medicinal del cannabis, pero los procedimientos para autorizar investigaciones clínicas con derivados de esta planta siguen siendo complejos, poco claros y, en muchos casos, lentos. Esto podría demorar e incluso frenar la posibilidad de trasladar estos avances al sistema de salud”, resaltó la especialista.
Soriano, quien llevó adelante el trabajo experimental durante su formación posdoctoral, explicó que el dolor neuropático inducido por quimioterapia se genera porque estos fármacos dañan los nervios periféricos, lo que produce una activación exagerada de las fibras nerviosas responsables de la transmisión del dolor. Esto provoca una hipersensibilidad persistente al frío, al calor o al tacto, que puede afectar de manera grave la calidad de vida de los pacientes.
En ese contexto, la administración preventiva de derivados del cannabis podría representar una solución innovadora. “En este trabajo mostramos que, al administrar los cannabinoides al inicio del tratamiento con paclitaxel, logramos prevenir la aparición de estos síntomas dolorosos”, detalló Soriano. Además, las formulaciones no acentuaron otros efectos adversos de la quimioterapia ni mostraron toxicidad hepática, lo que es un dato relevante desde el punto de vista clínico.
Soriano también destacó que, a diferencia de otras investigaciones, en este estudio se utilizó un enfoque más cercano a la práctica clínica. “Muchas veces, los estudios preclínicos se hacen con extractos no estandarizados o en dosis que no son extrapolables a humanos. Nosotros usamos productos farmacéuticos ya aprobados, con dosis similares a las que se emplean en pacientes, y administradas por vía oral”, puntualizó.
Los investigadores coinciden en que, si bien los resultados son alentadores, el camino hacia su aplicación clínica aún es largo y requiere de un compromiso sostenido en términos de financiamiento, regulación y colaboración público-privada. “El cannabis medicinal tiene un enorme potencial para mejorar la calidad de vida de los pacientes oncológicos, pero todavía hay mucho que estudiar para garantizar su uso seguro y eficaz”, concluyó Soriano.
Mientras tanto, el equipo del IIMT continúa trabajando con un objetivo claro: reducir el sufrimiento de quienes atraviesan tratamientos oncológicos. “La investigación científica no solo debe apuntar a curar, sino también a cuidar. Y prevenir el dolor es una forma de cuidar que no puede seguir esperando”, resumió Coronel.
Una investigación del Conicet y la Universidad Austral probó el uso de THC y CBD del cannabis para evitar un efecto adverso habitual LA NACION