“Clarificaba todas mis dudas”: el sencillo fraile entrerriano que confesaba al Papa y, a sus 98 años, sigue trabajando

“¿Nunca te han tirado un balde de agua fría encima? Así fue, como un balde de agua fría”. Pasaron ya 12 años desde el 13 de marzo de 2013, el día que Francisco fue elegido Papa, pero el fraile capuchino Luis Dri, de 98 años, puede recordar cada detalle. “Estaba confesando en el templo. Escuché la campana de la torre y salí enseguida. Pregunté: “¿Quién es?”. Me dijeron: “No sé, pero hay humo blanco, así que hay Papa”. Dejé todo y me fui a la sala de televisión a ver. Cuando lo vi me desarmé”, contó.
En el balcón central de la Basílica de San Pedro no vio a un papa argentino, sino mucho más: saludando ante una multitud eufórica, vestido de un blanco absoluto, estaba Jorge Mario Bergoglio, el sacerdote de rostro serio y humor ácido a quien comenzó a confesar cuando era un joven sacerdote y con quien compartió durante décadas una amistad que se alimentó de la admiración mutua.
“Él venía acá muchas veces y, cuando pedía confesarse, yo lo atendía”, contó Dri a LA NACION en 2023, cuando todavía daba entrevistas a los medios. En ese entonces, el Papa acababa de nombrarlo cardenal, el más alto título honorífico que puede conceder un pontífice. Un nombramiento que permite ser elector en el cónclave. Dri, sin embargo, no podrá elegir al futuro papa por haber superado los 80 años.
El anillo cardenalicio dorado que lleva puesto desde su nombramiento contrasta con el sencillo hábito marrón de fraile capuchino que viste cada día desde hace 70 años. Desentona con toda su oficina, una pequeña sala con paredes corroídas ubicada en un lateral del Santuario Nuestra Señora del Rosario de Pompeya. La habitación donde hasta 2013 el ahora cardenal atendía a Bergoglio tiene tan solo una mesa de madera, dos sillas y un cartel de cartulina colgado en la puerta en el que se lee: “Confesiones”.
LA NACIÓN intentó volver a entrevistar a Dri tras la muerte del Papa, pero debido a su edad -y también a su estado anímico por la noticia-, el cardenal no está hablando con los medios. Sin embargo, sigue trabajando: ya no atiende las confesiones durante horas, como lo hacía en 2023, pero aún confiesa media hora todas las mañanas.
En 2018, cuando aún caminaba y gozaba de un buen estado de salud, el Papa lo invitó al Vaticano. “Estuve 10 días con él en Santa Marta. Así que comíamos, como estás tú y yo ahora, así comíamos, enfrente. Él me pasaba alguna cosita; yo le pasaba algo mío. Y un día aprovechó para pedirme que lo confesara. También charlamos en algún momento en privado. Estuvo muy bien”, recordó Dri durante la entrevista con LA NACIÓN en 2023.
En los años que duró su papado, Francisco citó frases y comentarios de su confesor al menos cinco veces. La última vez, según los registros de Vatican News, fue en un encuentro con sacerdotes de Roma en San Juan de Letrán: “Recuerdo a un gran confesor, un padre capuchino, que ejercía su ministerio en Buenos Aires -contó Francisco en esa ocasión-. Una vez vino a mi encuentro, quería hablar. Me dijo: ‘Te pido ayuda, tengo siempre tanta gente delante del confesionario, gente de todo tipo, humildes y menos humildes, pero también muchos sacerdotes. Perdono mucho y a veces me viene un escrúpulo, el escrúpulo de haber perdonado demasiado’. Hablamos de la misericordia, y le pregunté qué hacía cuando sentía ese escrúpulo. Me contestó así: ‘Voy a nuestra capillita, delante del sagrario y le digo a Jesús: ‘Señor, perdóname porque he perdonado demasiado. ¡Pero fuiste tú quien me dio el mal ejemplo!‘. Esto no lo olvidaré nunca. Cuando un sacerdote vive así la misericordia consigo mismo, puede darla a los demás”.
“Él me clarificaba todas mis dudas”
Al ser consultado sobre la anécdota que contó el Papa, Dri dijo que no se acordaba de esa conversación puntualmente, pero aseguró que ese era un tipo de preocupaciones que él solía tener: “Yo iba a ver a Bergoglio cuando era más joven y tenía mis rayes. Él me recibía a cualquier hora, incluso en el horario de la siesta, y siempre con dos palabras me clarificaba todas mis dudas. Era muy amable. En esa época tenía mis escrúpulos, porque en la confesión a veces hay cada problema que uno no sabe cómo manejar, y a veces hay que ser cuidadoso de no equivocarse con lo que uno aconseja o dice, ¿no? Él enseguida me clarificaba todo lo que yo le preguntaba, clarito, clarito”.
Al ser consultado por este medio si alguna vez imaginó que iba a ser nombrado cardenal, su respuesta fue contundente: “Pero, ¡qué va a ser, mi ángel! No, por favor. Nunca lo hubiera esperado, para nada. Eso es para personas de alta categoría”.
“Generalmente se elige a personas que son estudiadas, que son doctores en Teología -siguió-. Yo no tengo nada. Los estudios para sacerdote sí los tengo todos, y puedo decir que los hice con mucha alegría. Después estuve en la formación de los jóvenes que ingresan al seminario, entonces me llevaron a Italia, España, Suiza, para ver cómo realizaban la formación allá para replicarla acá, y en los viajes aprendí mucho. Pero después la vida me fue enseñando todo lo que sé. Pero nunca hubiera pensado que me iba a elegir, si yo soy un tipo de campo”, dijo, durante la entrevista de 2023.
Sobre su escritorio del confesionario había un termo de plástico y un mate. También un bol con caramelos. “Son para la gente -explicó- A veces vienen muy amargadas, entonces yo siempre les ofrezco un caramelo”.
“Yo sentí la vocación”
Huérfano de padre desde los cuatro, Dri creció en las afueras de Federación, Entre Ríos, en el seno de una familia humilde y numerosa. Él y sus hermanos fueron criados por su madre, una mujer trabajadora y sumamente religiosa, y comenzaron a trabajar desde niños.
“Yo sentí el deseo, la vocación. Por aquellos caminos irrefutables del Señor, un capuchino me invitó para el seminario. Cuando comencé a estudiar, a mí me encantaba. Hasta los domingos yo era feliz leyendo las obras clásicas. Para mí era un delirio”, contó.
Se ordenó como sacerdote a los 25 y desde entonces ha dedicado su vida entera a Dios y al servicio de las distintas comunidades en las que vivió. En octubre de 2023, cuando recibió en la Catedral Metropolitana sus atributos cardenalicios, vivió una jornada de muchas emociones, no solo por el nombramiento, sino también porque a la misa asistieron decenas de personas de los pueblos en los que él vivió, a quienes no veía desde hacía décadas.
“Estaba la Catedral repleta, repleta. Me sorprendió muchísimo. Nunca pensé que por este fraile iba a ir tanta gente, incluso de pueblos vecinos vinieron. Alquilaron colectivos y se vinieron desde Alvear, de General Lagos, Pueblo Esther, de toda esa zona. Fue una situación muy vergonzosa, porque yo no merezco nada de eso, pero de alegría, porque la gente responde, ¿viste? Me conoce desde hace muchos años y bueno, se enteraron de eso y corrieron. Todos esos pueblos son muy queridos por mí, muy recordados. Ellos se acuerdan de mí porque yo iba en la chata recorriendo los pueblos, celebrando misa, catequesis, todo. Celebraba hasta seis misas por domingo, pero era joven, no me cansaba”, recordó.
Tras la entrevista, Sara, la secretaria del Santuario, quien ayudaba a trasladar a Dri en su silla de ruedas a lo largo del claustro, lo frenó en un lugar estratégico, junto a un gran ventanal, para las fotos. “Van a tener fotos para cuando él sea santo -comentó ella-. Lo digo en serio, recuerden lo que les digo: él va a ser santo”.
“¿Nunca te han tirado un balde de agua fría encima? Así fue, como un balde de agua fría”. Pasaron ya 12 años desde el 13 de marzo de 2013, el día que Francisco fue elegido Papa, pero el fraile capuchino Luis Dri, de 98 años, puede recordar cada detalle. “Estaba confesando en el templo. Escuché la campana de la torre y salí enseguida. Pregunté: “¿Quién es?”. Me dijeron: “No sé, pero hay humo blanco, así que hay Papa”. Dejé todo y me fui a la sala de televisión a ver. Cuando lo vi me desarmé”, contó.
En el balcón central de la Basílica de San Pedro no vio a un papa argentino, sino mucho más: saludando ante una multitud eufórica, vestido de un blanco absoluto, estaba Jorge Mario Bergoglio, el sacerdote de rostro serio y humor ácido a quien comenzó a confesar cuando era un joven sacerdote y con quien compartió durante décadas una amistad que se alimentó de la admiración mutua.
“Él venía acá muchas veces y, cuando pedía confesarse, yo lo atendía”, contó Dri a LA NACION en 2023, cuando todavía daba entrevistas a los medios. En ese entonces, el Papa acababa de nombrarlo cardenal, el más alto título honorífico que puede conceder un pontífice. Un nombramiento que permite ser elector en el cónclave. Dri, sin embargo, no podrá elegir al futuro papa por haber superado los 80 años.
El anillo cardenalicio dorado que lleva puesto desde su nombramiento contrasta con el sencillo hábito marrón de fraile capuchino que viste cada día desde hace 70 años. Desentona con toda su oficina, una pequeña sala con paredes corroídas ubicada en un lateral del Santuario Nuestra Señora del Rosario de Pompeya. La habitación donde hasta 2013 el ahora cardenal atendía a Bergoglio tiene tan solo una mesa de madera, dos sillas y un cartel de cartulina colgado en la puerta en el que se lee: “Confesiones”.
LA NACIÓN intentó volver a entrevistar a Dri tras la muerte del Papa, pero debido a su edad -y también a su estado anímico por la noticia-, el cardenal no está hablando con los medios. Sin embargo, sigue trabajando: ya no atiende las confesiones durante horas, como lo hacía en 2023, pero aún confiesa media hora todas las mañanas.
En 2018, cuando aún caminaba y gozaba de un buen estado de salud, el Papa lo invitó al Vaticano. “Estuve 10 días con él en Santa Marta. Así que comíamos, como estás tú y yo ahora, así comíamos, enfrente. Él me pasaba alguna cosita; yo le pasaba algo mío. Y un día aprovechó para pedirme que lo confesara. También charlamos en algún momento en privado. Estuvo muy bien”, recordó Dri durante la entrevista con LA NACIÓN en 2023.
En los años que duró su papado, Francisco citó frases y comentarios de su confesor al menos cinco veces. La última vez, según los registros de Vatican News, fue en un encuentro con sacerdotes de Roma en San Juan de Letrán: “Recuerdo a un gran confesor, un padre capuchino, que ejercía su ministerio en Buenos Aires -contó Francisco en esa ocasión-. Una vez vino a mi encuentro, quería hablar. Me dijo: ‘Te pido ayuda, tengo siempre tanta gente delante del confesionario, gente de todo tipo, humildes y menos humildes, pero también muchos sacerdotes. Perdono mucho y a veces me viene un escrúpulo, el escrúpulo de haber perdonado demasiado’. Hablamos de la misericordia, y le pregunté qué hacía cuando sentía ese escrúpulo. Me contestó así: ‘Voy a nuestra capillita, delante del sagrario y le digo a Jesús: ‘Señor, perdóname porque he perdonado demasiado. ¡Pero fuiste tú quien me dio el mal ejemplo!‘. Esto no lo olvidaré nunca. Cuando un sacerdote vive así la misericordia consigo mismo, puede darla a los demás”.
“Él me clarificaba todas mis dudas”
Al ser consultado sobre la anécdota que contó el Papa, Dri dijo que no se acordaba de esa conversación puntualmente, pero aseguró que ese era un tipo de preocupaciones que él solía tener: “Yo iba a ver a Bergoglio cuando era más joven y tenía mis rayes. Él me recibía a cualquier hora, incluso en el horario de la siesta, y siempre con dos palabras me clarificaba todas mis dudas. Era muy amable. En esa época tenía mis escrúpulos, porque en la confesión a veces hay cada problema que uno no sabe cómo manejar, y a veces hay que ser cuidadoso de no equivocarse con lo que uno aconseja o dice, ¿no? Él enseguida me clarificaba todo lo que yo le preguntaba, clarito, clarito”.
Al ser consultado por este medio si alguna vez imaginó que iba a ser nombrado cardenal, su respuesta fue contundente: “Pero, ¡qué va a ser, mi ángel! No, por favor. Nunca lo hubiera esperado, para nada. Eso es para personas de alta categoría”.
“Generalmente se elige a personas que son estudiadas, que son doctores en Teología -siguió-. Yo no tengo nada. Los estudios para sacerdote sí los tengo todos, y puedo decir que los hice con mucha alegría. Después estuve en la formación de los jóvenes que ingresan al seminario, entonces me llevaron a Italia, España, Suiza, para ver cómo realizaban la formación allá para replicarla acá, y en los viajes aprendí mucho. Pero después la vida me fue enseñando todo lo que sé. Pero nunca hubiera pensado que me iba a elegir, si yo soy un tipo de campo”, dijo, durante la entrevista de 2023.
Sobre su escritorio del confesionario había un termo de plástico y un mate. También un bol con caramelos. “Son para la gente -explicó- A veces vienen muy amargadas, entonces yo siempre les ofrezco un caramelo”.
“Yo sentí la vocación”
Huérfano de padre desde los cuatro, Dri creció en las afueras de Federación, Entre Ríos, en el seno de una familia humilde y numerosa. Él y sus hermanos fueron criados por su madre, una mujer trabajadora y sumamente religiosa, y comenzaron a trabajar desde niños.
“Yo sentí el deseo, la vocación. Por aquellos caminos irrefutables del Señor, un capuchino me invitó para el seminario. Cuando comencé a estudiar, a mí me encantaba. Hasta los domingos yo era feliz leyendo las obras clásicas. Para mí era un delirio”, contó.
Se ordenó como sacerdote a los 25 y desde entonces ha dedicado su vida entera a Dios y al servicio de las distintas comunidades en las que vivió. En octubre de 2023, cuando recibió en la Catedral Metropolitana sus atributos cardenalicios, vivió una jornada de muchas emociones, no solo por el nombramiento, sino también porque a la misa asistieron decenas de personas de los pueblos en los que él vivió, a quienes no veía desde hacía décadas.
“Estaba la Catedral repleta, repleta. Me sorprendió muchísimo. Nunca pensé que por este fraile iba a ir tanta gente, incluso de pueblos vecinos vinieron. Alquilaron colectivos y se vinieron desde Alvear, de General Lagos, Pueblo Esther, de toda esa zona. Fue una situación muy vergonzosa, porque yo no merezco nada de eso, pero de alegría, porque la gente responde, ¿viste? Me conoce desde hace muchos años y bueno, se enteraron de eso y corrieron. Todos esos pueblos son muy queridos por mí, muy recordados. Ellos se acuerdan de mí porque yo iba en la chata recorriendo los pueblos, celebrando misa, catequesis, todo. Celebraba hasta seis misas por domingo, pero era joven, no me cansaba”, recordó.
Tras la entrevista, Sara, la secretaria del Santuario, quien ayudaba a trasladar a Dri en su silla de ruedas a lo largo del claustro, lo frenó en un lugar estratégico, junto a un gran ventanal, para las fotos. “Van a tener fotos para cuando él sea santo -comentó ella-. Lo digo en serio, recuerden lo que les digo: él va a ser santo”.
Se trata del cardenal Luis Dri; aún continúa atendiendo a los fieles en el Santuario Nuestra Señora del Rosario de Pompeya LA NACION