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Especuladores y trapecistas en la oscuridad

El espectáculo fue entretenido y desagradable. Todo al mismo tiempo. El engorroso y sospechoso trámite del cierre de listas de candidatos para las elecciones locales de la provincia de Buenos Aires, que se realizarán el 7 de septiembre, explica por qué gran parte de la sociedad optó por ausentarse de las urnas en los comicios que ya se realizaron en algunos distritos. El fin de semana que pasó hasta empeoraron las cosas con oportunos cortes de electricidad en el lugar, el Palacio Legislativo de La Plata, donde se recibían las nóminas de candidatos de cada partido o alianza provincial. Hubo, en rigor, dos cortes en 40 minutos, aunque el último se extendió desde las 23,30 de la noche del sábado hasta las 2 de la madrugada del domingo. A las 24 del sábado vencía el plazo para inscribir candidatos, que al final la Junta Electoral debió prorrogar hasta las 14 del lunes.

La Junta Electoral está fuera de discusión porque su presidenta, la jueza Hilda Kogan, es también la presidenta de la Suprema Corte de la provincia y es una magistrada respetada por su independencia. La empresa proveedora de electricidad de la provincia, Edelap, había anunciado cortes de luz por tareas de mantenimiento, pero en ningún caso coincidían con las horas en que se dejó sin suministro de electricidad a la oficina encargada de inscribir los candidatos. Esos cortes sí coincidieron con los obstáculos del peronismo, en todas sus versiones, para acordar las últimas candidaturas de la coalición que volvió a unir en una misma constelación política a Cristina Kirchner, Axel Kicillof y Sergio Massa. Massa es un equilibrista audaz: pasó, sin pedir permiso ni disculpas, de Margarita Stolbizer a Cristina Kirchner, denunciada por Stolbizer por delitos de corrupción.

Verónica Magario y Axel Kicillof

Volvamos al sábado. La unidad llegó a estar en una situación de tal riesgo que el gobernador bonaerense ordenó pocas horas antes de que venciera el plazo de cierre de listas que los dirigentes de su facción, Derecho al Futuro, confeccionaran una lista con candidatos exclusivamente propios para presentar en tiempo y forma por si no había acuerdo con los otros dos. Como sucede siempre en el peronismo, al final triunfó el pragmatismo y la unidad se impuso. Pero los tres necesitaban un poco más de tiempo para plasmar esa decisión política en listas comunes de los caciques del peronismo. Consiguieron ese tiempo esencial con los cortes de luz, que se produjeron apenas media horas antes de que se venciera el plazo. Todos sospechan de todos, y la suspicacia tiene argumentos. Algunos desconfían de la complicidad de la empresa (el propio Javier Milei deslizó tal sospecha sobre esa compañía eléctrica, que antes había sido explicitada por su actual aliado Cristian Ritondo); otros prefieren hurgar hasta encontrar a los eventuales cómplices entre los empleados de Edelap que están en condiciones de provocar cortes de electricidad tan políticamente pertinentes.

Un corte de luz no se le niega a nadie. Peor fueron las candidaturas testimoniales en el distrito bonaerense, que es por lejos el más decisivo del país porque alberga a casi el 40 por ciento del electorado nacional; Buenos Aires no evolucionó nunca hacia la boleta única. Las candidaturas testimoniales significan que los candidatos que se presentan no ocuparán jamás el cargo legislativo para el que se proponen ante la sociedad. En la provincia de Buenos Aires se sigue votando según el viejo sistema de boleta sábana; es decir, solo se necesita un (o una) convocante cabeza de lista para que los electores deban votar al elenco completo de candidatos, integrado por héroes y malandras, por eruditos e iletrados, aunque la supuesta presencia de héroes y eruditos sea un anhelo más que una realidad. La filokirchnerista Verónica Magario es vicegobernadora de la provincia y preside su Senado; ahora es primera candidata a diputada provincial por la Tercera Sección. Es imposible que deje su encumbrado cargo actual, que además le permite el manejo de vastos fondos reservados, para asumir una diputación provincial, porque seguramente será elegida diputada. Otra cosa es si ganará en esa decisiva sección electoral (una de las dos más pobladas, junto con la primera), en la que se proponía presentar Cristina Kirchner en el mismo lugar que Magario. La prisión domiciliaria encerró a la expresidenta en su casa del barrio porteño de Constitución y le frenó, junto con la pena que le prohíbe ejercer cargos públicos durante el seguramente largo tiempo de vida que le queda, la participación personal en las elecciones legislativas de este año. Adiós a los fueros, entonces.

¿Los intendentes peronistas de La Matanza, Fernando Espinoza; de Avellaneda, Jorge Ferraresi; de Florencio Varela, Mario Secco, o de Berazategui, Juan José Mussi, renunciarán a sus cargos actuales para asumir como concejales de sus municipios, cargos para los que se están candidateando? Improbable, si no imposible.

También algunos alcaldes de La Libertad Avanza, como Diego Valenzuela, de Tres de Febrero, o Guillermo Montenegro, de Mar del Plata (para qué decir que son de Pro si se fueron de este partido hace mucho), son candidatos a senadores provinciales. La política sabe que los dos aspiran a cargos mayores. Valenzuela quiere ser gobernador de Buenos Aires en 2027, y Montenegro aspira a relevar cuanto antes a Mariano Cúneo Libarona como ministro de Justicia. Las candidaturas testimoniales son la forma más explícita de engañar a la sociedad porque significa que los partidos proponen a dirigentes para cargos que nunca ocuparán. La más desvergonzada fiesta de candidaturas testimoniales la dio el kirchnerismo en 2009, también en la provincia de Buenos Aires, cuando colocó en los primeros cuatro lugares de la lista de candidatos a diputados nacionales a Néstor Kirchner; al entonces gobernador bonaerense Daniel Scioli; a la artista Nacha Guevara, y a Sergio Massa, que era en esos años un prometedor intendente de Tigre. El único que asumió y se quedó hasta su muerte, con la que se encontró un año después, fue Kirchner. La elección de sus gobernantes en comicios libres y competitivos es la base de la pirámide democrática. La política argentina decidió, como se ve, erosionar esa columna elemental del sistema político. Las candidaturas testimoniales, en lugar de candidatos serios, es el camino más directo hacia el ausentismo electoral por parte del ciudadano común.

¿Los testimoniales son iguales o peores que los candidatos que se hicieron famosos por el ejercicio del salto con garrocha? El garrochismo se ha convertido en otro fenómeno frecuente de la política argentina. Los casos más notorios fueron los de Diego Santilli, preocupado porque su actual mandato de diputado nacional vencerá el próximo 10 de diciembre y aspira a renovarlo o a ser ministro del Interior de Milei, y el de Montenegro, porque estos dos ya habían anticipado que se sumarían a La Libertad Avanza con el Pro o sin el Pro, partido al que pertenecían hasta hace poco. Ritondo, en cambio, tiene mandato como diputado nacional hasta 2027, pero se convenció del arte político que descubrió en Karina Milei. Nadie sabe si está mirando o si está alucinando. El intendente Diego Valenzuela también era de Pro, pero se fue a La Libertad Avanza con un paso previo por el espacio de Patricia Bullrich, una especialista en el uso de la garrocha política.

Sobresale la paradoja en los casos de Santilli y Valenzuela, porque ambos militaron en las elecciones presidenciales de 2023 por la victoria de la candidatura de Horacio Rodríguez Larreta, quien lidera la franja más antimileista de Pro. Ahora, Valenzuela y Santilli no solo se fueron de la corriente larretista, sino que se convirtieron en profetas conversos del mileísmo. No fueron los únicos, para ser justos. El exkirchnerista Pablo Morillo, que solía adular a Kicillof y lo proponía públicamente como imprescindible presidente de la Nación, es ahora el segundo candidato a diputado provincial de La Libertad Avanza en la Segunda Sección. Pasar el kirchnerismo a los libertarios lo convierte a Morillo en un olimpista de la garrocha; es casi un salto mortal.

Karina Milei y Santiago Caputo

Ni los testimoniales y ni el garrochismo sirven para calmar las peleas de palacio. Ante lo evidente, el Gobierno optó por hacer circular una versión poco creíble sobre un reacomodamiento del famoso triángulo de hierro. Según esa especie inverosímil, el triángulo lo conforman ahora Karina Milei, Guillermo Francos y Santiago Caputo. Pero lo cierto es que ni Francos ni el Caputo asesor participaron de ninguna negociación preelectoral ni colocaron a ningún candidato propio en las listas bonaerenses. Es difícil, cuando menos, que Francos haya querido participar de esas negociaciones o inscribir en las listas a candidatos propios. Ya tiene suficiente carga con la tarea de ir cicatrizando heridas entre gobernadores y legisladores nacionales como para ambicionar otro pleito.

Pero el que parece haber sido perjudicado es Santiago Caputo, porque en las nóminas de candidatos no figuraron ninguno de sus tuiteros. El silencio o el pataleo público de algunos libertarios que se refieren en Caputo fue la prueba de que al asesor no le fue bien. El gobierno quiere ahora corregir esa realidad con la creación virtual de un nuevo triángulo que extrañamente deja afuera al propio presidente de la Nación. La única realidad es la que se ve, y lo que se vio es a Karina Milei, reunida con Ritondo, Santilli, el asesor “Lule” Menem y el operador mileista Sebastián Pareja el día de cierre de listas. La única persona en ese encuentro con una lapicera en la mano, con un anotador y con una computadora era la hermanísima Karina. Caputo no estuvo ahí.

Tanto Francos como Caputo (Santiago) promueven una vía más consensual con los amigos, aliados y allegados. Su argumento, razonable, es que al actual mandato de Milei lo aguardan todavía dos años en los que necesitará, aunque gane las elecciones nacionales de octubre (como todo indica que ganará), de esos apoyos, sobre todo en el Congreso. Karina Milei y el nuevo clan Menem -estos tal vez por oportunismo más que por convicción- se inclinan hacia una política de imposiciones e intransigencias con aquellos amigos. “Karina es muy amable en el trato personal, pero cuando empieza a hablar de política quiere el 100 por ciento de todo y no se baja de ahí”, cuenta uno que negoció con ella en los últimos días. Al final, el triángulo se transforma en una diarquía de hierro que gobierna el país desde hace un año y medio: es Milei junto a su poderosa hermana.

El espectáculo fue entretenido y desagradable. Todo al mismo tiempo. El engorroso y sospechoso trámite del cierre de listas de candidatos para las elecciones locales de la provincia de Buenos Aires, que se realizarán el 7 de septiembre, explica por qué gran parte de la sociedad optó por ausentarse de las urnas en los comicios que ya se realizaron en algunos distritos. El fin de semana que pasó hasta empeoraron las cosas con oportunos cortes de electricidad en el lugar, el Palacio Legislativo de La Plata, donde se recibían las nóminas de candidatos de cada partido o alianza provincial. Hubo, en rigor, dos cortes en 40 minutos, aunque el último se extendió desde las 23,30 de la noche del sábado hasta las 2 de la madrugada del domingo. A las 24 del sábado vencía el plazo para inscribir candidatos, que al final la Junta Electoral debió prorrogar hasta las 14 del lunes.

La Junta Electoral está fuera de discusión porque su presidenta, la jueza Hilda Kogan, es también la presidenta de la Suprema Corte de la provincia y es una magistrada respetada por su independencia. La empresa proveedora de electricidad de la provincia, Edelap, había anunciado cortes de luz por tareas de mantenimiento, pero en ningún caso coincidían con las horas en que se dejó sin suministro de electricidad a la oficina encargada de inscribir los candidatos. Esos cortes sí coincidieron con los obstáculos del peronismo, en todas sus versiones, para acordar las últimas candidaturas de la coalición que volvió a unir en una misma constelación política a Cristina Kirchner, Axel Kicillof y Sergio Massa. Massa es un equilibrista audaz: pasó, sin pedir permiso ni disculpas, de Margarita Stolbizer a Cristina Kirchner, denunciada por Stolbizer por delitos de corrupción.

Verónica Magario y Axel Kicillof

Volvamos al sábado. La unidad llegó a estar en una situación de tal riesgo que el gobernador bonaerense ordenó pocas horas antes de que venciera el plazo de cierre de listas que los dirigentes de su facción, Derecho al Futuro, confeccionaran una lista con candidatos exclusivamente propios para presentar en tiempo y forma por si no había acuerdo con los otros dos. Como sucede siempre en el peronismo, al final triunfó el pragmatismo y la unidad se impuso. Pero los tres necesitaban un poco más de tiempo para plasmar esa decisión política en listas comunes de los caciques del peronismo. Consiguieron ese tiempo esencial con los cortes de luz, que se produjeron apenas media horas antes de que se venciera el plazo. Todos sospechan de todos, y la suspicacia tiene argumentos. Algunos desconfían de la complicidad de la empresa (el propio Javier Milei deslizó tal sospecha sobre esa compañía eléctrica, que antes había sido explicitada por su actual aliado Cristian Ritondo); otros prefieren hurgar hasta encontrar a los eventuales cómplices entre los empleados de Edelap que están en condiciones de provocar cortes de electricidad tan políticamente pertinentes.

Un corte de luz no se le niega a nadie. Peor fueron las candidaturas testimoniales en el distrito bonaerense, que es por lejos el más decisivo del país porque alberga a casi el 40 por ciento del electorado nacional; Buenos Aires no evolucionó nunca hacia la boleta única. Las candidaturas testimoniales significan que los candidatos que se presentan no ocuparán jamás el cargo legislativo para el que se proponen ante la sociedad. En la provincia de Buenos Aires se sigue votando según el viejo sistema de boleta sábana; es decir, solo se necesita un (o una) convocante cabeza de lista para que los electores deban votar al elenco completo de candidatos, integrado por héroes y malandras, por eruditos e iletrados, aunque la supuesta presencia de héroes y eruditos sea un anhelo más que una realidad. La filokirchnerista Verónica Magario es vicegobernadora de la provincia y preside su Senado; ahora es primera candidata a diputada provincial por la Tercera Sección. Es imposible que deje su encumbrado cargo actual, que además le permite el manejo de vastos fondos reservados, para asumir una diputación provincial, porque seguramente será elegida diputada. Otra cosa es si ganará en esa decisiva sección electoral (una de las dos más pobladas, junto con la primera), en la que se proponía presentar Cristina Kirchner en el mismo lugar que Magario. La prisión domiciliaria encerró a la expresidenta en su casa del barrio porteño de Constitución y le frenó, junto con la pena que le prohíbe ejercer cargos públicos durante el seguramente largo tiempo de vida que le queda, la participación personal en las elecciones legislativas de este año. Adiós a los fueros, entonces.

¿Los intendentes peronistas de La Matanza, Fernando Espinoza; de Avellaneda, Jorge Ferraresi; de Florencio Varela, Mario Secco, o de Berazategui, Juan José Mussi, renunciarán a sus cargos actuales para asumir como concejales de sus municipios, cargos para los que se están candidateando? Improbable, si no imposible.

También algunos alcaldes de La Libertad Avanza, como Diego Valenzuela, de Tres de Febrero, o Guillermo Montenegro, de Mar del Plata (para qué decir que son de Pro si se fueron de este partido hace mucho), son candidatos a senadores provinciales. La política sabe que los dos aspiran a cargos mayores. Valenzuela quiere ser gobernador de Buenos Aires en 2027, y Montenegro aspira a relevar cuanto antes a Mariano Cúneo Libarona como ministro de Justicia. Las candidaturas testimoniales son la forma más explícita de engañar a la sociedad porque significa que los partidos proponen a dirigentes para cargos que nunca ocuparán. La más desvergonzada fiesta de candidaturas testimoniales la dio el kirchnerismo en 2009, también en la provincia de Buenos Aires, cuando colocó en los primeros cuatro lugares de la lista de candidatos a diputados nacionales a Néstor Kirchner; al entonces gobernador bonaerense Daniel Scioli; a la artista Nacha Guevara, y a Sergio Massa, que era en esos años un prometedor intendente de Tigre. El único que asumió y se quedó hasta su muerte, con la que se encontró un año después, fue Kirchner. La elección de sus gobernantes en comicios libres y competitivos es la base de la pirámide democrática. La política argentina decidió, como se ve, erosionar esa columna elemental del sistema político. Las candidaturas testimoniales, en lugar de candidatos serios, es el camino más directo hacia el ausentismo electoral por parte del ciudadano común.

¿Los testimoniales son iguales o peores que los candidatos que se hicieron famosos por el ejercicio del salto con garrocha? El garrochismo se ha convertido en otro fenómeno frecuente de la política argentina. Los casos más notorios fueron los de Diego Santilli, preocupado porque su actual mandato de diputado nacional vencerá el próximo 10 de diciembre y aspira a renovarlo o a ser ministro del Interior de Milei, y el de Montenegro, porque estos dos ya habían anticipado que se sumarían a La Libertad Avanza con el Pro o sin el Pro, partido al que pertenecían hasta hace poco. Ritondo, en cambio, tiene mandato como diputado nacional hasta 2027, pero se convenció del arte político que descubrió en Karina Milei. Nadie sabe si está mirando o si está alucinando. El intendente Diego Valenzuela también era de Pro, pero se fue a La Libertad Avanza con un paso previo por el espacio de Patricia Bullrich, una especialista en el uso de la garrocha política.

Sobresale la paradoja en los casos de Santilli y Valenzuela, porque ambos militaron en las elecciones presidenciales de 2023 por la victoria de la candidatura de Horacio Rodríguez Larreta, quien lidera la franja más antimileista de Pro. Ahora, Valenzuela y Santilli no solo se fueron de la corriente larretista, sino que se convirtieron en profetas conversos del mileísmo. No fueron los únicos, para ser justos. El exkirchnerista Pablo Morillo, que solía adular a Kicillof y lo proponía públicamente como imprescindible presidente de la Nación, es ahora el segundo candidato a diputado provincial de La Libertad Avanza en la Segunda Sección. Pasar el kirchnerismo a los libertarios lo convierte a Morillo en un olimpista de la garrocha; es casi un salto mortal.

Karina Milei y Santiago Caputo

Ni los testimoniales y ni el garrochismo sirven para calmar las peleas de palacio. Ante lo evidente, el Gobierno optó por hacer circular una versión poco creíble sobre un reacomodamiento del famoso triángulo de hierro. Según esa especie inverosímil, el triángulo lo conforman ahora Karina Milei, Guillermo Francos y Santiago Caputo. Pero lo cierto es que ni Francos ni el Caputo asesor participaron de ninguna negociación preelectoral ni colocaron a ningún candidato propio en las listas bonaerenses. Es difícil, cuando menos, que Francos haya querido participar de esas negociaciones o inscribir en las listas a candidatos propios. Ya tiene suficiente carga con la tarea de ir cicatrizando heridas entre gobernadores y legisladores nacionales como para ambicionar otro pleito.

Pero el que parece haber sido perjudicado es Santiago Caputo, porque en las nóminas de candidatos no figuraron ninguno de sus tuiteros. El silencio o el pataleo público de algunos libertarios que se refieren en Caputo fue la prueba de que al asesor no le fue bien. El gobierno quiere ahora corregir esa realidad con la creación virtual de un nuevo triángulo que extrañamente deja afuera al propio presidente de la Nación. La única realidad es la que se ve, y lo que se vio es a Karina Milei, reunida con Ritondo, Santilli, el asesor “Lule” Menem y el operador mileista Sebastián Pareja el día de cierre de listas. La única persona en ese encuentro con una lapicera en la mano, con un anotador y con una computadora era la hermanísima Karina. Caputo no estuvo ahí.

Tanto Francos como Caputo (Santiago) promueven una vía más consensual con los amigos, aliados y allegados. Su argumento, razonable, es que al actual mandato de Milei lo aguardan todavía dos años en los que necesitará, aunque gane las elecciones nacionales de octubre (como todo indica que ganará), de esos apoyos, sobre todo en el Congreso. Karina Milei y el nuevo clan Menem -estos tal vez por oportunismo más que por convicción- se inclinan hacia una política de imposiciones e intransigencias con aquellos amigos. “Karina es muy amable en el trato personal, pero cuando empieza a hablar de política quiere el 100 por ciento de todo y no se baja de ahí”, cuenta uno que negoció con ella en los últimos días. Al final, el triángulo se transforma en una diarquía de hierro que gobierna el país desde hace un año y medio: es Milei junto a su poderosa hermana.

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